hay noches en que tu nombre
arde en mi lengua como rezo prohibido,
y mis manos, pecadoras,
te buscan en la penumbra del deseo.
susurro tu nombre entre jadeos,
como quien implora redención
y encuentra pecado.
no hago ruido,
pero el cielo me escucha.
me haces sentir demasiado,
como un éxtasis divino y cruel,
como estigmas abiertos en mi carne
por tocarte sin permiso celestial.
tu ausencia me muerde el alma,
como colmillos que aman con furia,
y mi piel clama por ti,
para ser tu escritura eterna,
tu reliquia profanada.
ven.
sé mi cruz y mi herejía.
déjame adorarte en la oscuridad
como los fieles adoran la sangre
de un dios que no perdona.
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