Leonino de alma burbujeante.

Muchachito de ojos grandes y de piel nívea, desde donde me encuentro siempre siento como la marea mueve cada fibra en sentimiento, se entiende de sobremanera y de forma clara que yo estoy enamorado de usted.

Los dolores de cabeza confundidos como quien lo piensa durante todo el día, los dolores en el pecho siendo que solo son golpeteos de un corazón emocionado, la sangre que se acumula en las mejillas que no es por golpes sino por sonrojos tras verlo tan adorable ante las ventanas del alma aquellos y estos que son mis ojos, todo aquello y poco más de lo que se puede describir como lo que es el amor en color rojo, eso, mi niño, es amor.

Un amor que se extiende intrínsecamente entre nosotros, esa sensación burbujeante cual fresco que siempre aparece en el estómago, en el tórax, en los huesos que encierran mi atolondrado corazón, eso es más y también es menos porque faltan muchas palabras para describir el tipo de amor sin solo decir las dos palabras que se convergen en una oración profunda que se puede hilar en rojo hasta la punta de nuestros dedos.

Eres más, como una constelación leonina, como el fuego que se funde con hierro y eso hace la formación de elementos que forjan los sentimientos, eres tanto, todo, más, de sobra, eres aquel que hace que los sentidos se formen como nubes y haga compartir el cielo azul en un “te extraño”, en un anhelo de hombre a hombre, de alma a alma.

Esta vez, es tu vuelta al sol, mañana un día común en donde seguimos compartiendo el amor, hay todo y más, pero nadie es más que tú porque reconoces mi propio sentir, compartiendo anhelos y tristezas, felicidades y malos ratos.

Hoy solo eres tú, el león que mira desde el cielo como un simple humano se quiere atar a ti, el dios que todo lo ve y que es único en su especie porque sabe lo que es, amar.

Amar, amarte, amarme.

Te amo desde el cosmos.

Siempre tuyo, Kyler.