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Leda Antinea

Lumi

Jul 22, 2025

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No era fácil verla, aunque estuviera ahí.

Ella tenía esa forma de habitar el mundo que no busca luz, pero la altera.

El alma, decía alguien que la quiso bien,la tenía afinada como una guitarra vieja:con cuerdas nobles, curtidas por la espera,que a veces desafinaban con la brisa de una emoción mal contenida.

No hablaba fuerte, ni reclamaba espacio.

Cantaba bajo, como quien no quiere interrumpir el mundo.Pero si uno sabía escuchar —de verdad—,encontraba en su voz un eco lejanoalgo entre sacerdotisa y niña de campo.

Una dulzura sin perfume,una memoria sin origen.

Hay testigos humanos que dicen nació bajo un cielo elegante y tormentoso.

Que Venus le dio los modales de una flor criada en invernadero:ese modo leve y exacto de habitar el gesto.

Era refinada sin ostentación,

justa sin rigidez,

una belleza que no brilla en vitrinas sino que se inclina como los tallos sensibles a la lluvia.

Pero no era solo Venus la que la habitaba.

También Ares, el martesino,le había dejado partículas de tanathos enroscadas en un escorpión.

Bajo su piel suave hervía algo antiguo:el deseo convertido en daga,la justicia de los cuerpos que no olvidan.

Una pasión que no siempre obedecía al amor,pero sí a una ley más honda:la de dar y tomar lo exacto, como en las antiguas balanzas de los dioses.

No deseaba livianamente. Quería con todo el cuerpo, con toda la sombra,con todo lo que no se ve.

Su deseo era lealtad o destrucción.

Y lo que no profundizaba la aburría.

Danzaba con torpeza ceremonial,como quien recuerda una coreografía de otra vida. Y al tropezar, sonreía.

Sin saber que esa gracia imperfectaera, quizá, su hechizo más secreto.

Curiosa como el agua,abría puertas con las manos y con la mente.

No le temía a lo invisible.A veces, lo visible la desconcertaba más.

En su pecho florecían glisinas que nadie regaba… ramas violetas colgando de sueños enredados,de amores que no alcanzaban del todo la raíz.

Podía parecer fría, como escarcha que guarda secretos en la mirada. Pero solo porque su fuego ardía casi siemprehacia adentro,

como esas estufas de hierro que no chispean y sin embargo calientan un cuarto entero.

Tenía pequeños rituales secretos que nadie comprendía y no eran explicados al mundo si nadie preguntaba.

Guardaba un frasco con agua de lluvia del día que murió su padre.

Lo miraba a veces como quien consulta un oráculo que no contesta,

pero sigue diciendo algo.

Cuando leía poesía , los veladores se le apagaban.

No siempre, solo con ciertos versos.

Como si algunas palabras exigieran oscuridad total para ser comprendidas.

Dormía profundo, pero nunca soñaba con personas.

Solo con trenes vacíos, relojes detenidos, puertas que no se abrían,y aves lejanas que cruzaban el cielo sin rumbo.

Decía que en esos sueños había una gramática sagrada que no se podía traducir.

Cuidaba como una madre.

De esas que intuyen si algo duele antes de que se diga. Pero no soportaba que la cuidaran a ella.

Se cerraba, como las flores nocturnas cuando les dan demasiada luz.

Tenía una memoria prodigiosa para las penas ajenas,

pero olvidaba sus propias fechas importantes.

Le gustaba el silencio.

Pero siempre dejaba un tango bajito sonando,

como compañía espectral, Y quizá era el bandoneón un guardián de algo que no podía decirse.

Tomaba vino sola, sin apuro.. en una copa rota.

Y a veces dejaba otra copa servida,

por si algo o alguien bajaba, un recuerdo, una emoción sin nombre, una presencia.

Enterraba palabras en macetas.

Nombres, frases, dolores.

Creía que algunas palabras pueden germinar, si se entierran bien.

Y que otras, si no se entierran, siguen doliendo.

Era ingenua como las cartas no leídas,

y otras veces, tan sabia,

que uno dudaba si no habría cruzado algún umbral

que el resto aún ni sospecha.

Ella puede vivir una contradicción hermosa:

buscar el amor justo, sano, equilibrado…

pero no soportar un deseo que no le remueva el alma.

Es la flor y el abismo.

La armonía y el relámpago.

La que ofrenda risa y blande daga.

Tal vez no lo diga nunca,

pero su misión es clara para quienes la han visto de verdad:

equilibrar la balanza.

La de su sangre y su espíritu,

la del cuerpo y del alma,

la de todo lo que fue herido

y aún busca redención

Lumi

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