Lectores.

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La dama descabezada.

-Quiero estar bien guapa.

-Siempre ha sido así.

-No creo que eso tenga nada de malo.

-La belleza es siempre un buen regalo.

Habían sido tiempos duros, pero ya aquello era tan solo pasado. Una vez que se comprende que nada importa, todo fluye de un modo suave y ligero, con el susurro amable del agua en los cauces pequeños. La vida en un jardín de la Alhambra.

Entendió por fin que es estúpido preocuparse tanto por tantas cosas estúpidas, por tantas banalidades, por lo que decidimos que merece nuestro agobio y nuestra constante ocupación. Estúpido y doloroso.

No somos más tontos, asumió, porque para serlo habría que ser más de lo que somos. Y somos tan poca cosa...

Nada somos y lo que hacemos con nuestras vidas nos hace ser menos todavía.

Así, desde la pedantería de creernos seres superiores, vivimos engañados, como si la vida fuera a ser eterna, como si fuéramos un trascendental legado.

-Me doy lástima.

-Comprendo.

-No, tú no comprendes nada. La lástima es por la forma en que he estado aquí, no por el modo en que me voy.

Vivir consiste en vivir, no en hacer para conseguir y conseguir y conseguir... así nunca se vive.

Lucha diaria y pelea constante. Cuanto más arriba en la escala social, más abajo en la decencia y en la sensatez. ¿Para qué tanto?

-Mi señora...

-Ni "mi señora" ni leches. Soy lo más bajo que puede haber y tú eres otro tanto. Y quienes me juzgaron y me condenaron, lo mismo. Más vale un cabrero en la montaña que juntos todos los que pisan los palacios.

-No, si digo que ya es la hora.

La hora. Para toda persona hay una, y es bueno saber que llegará tarde o temprano. Acumular riquezas sin descanso es tanto como subir la piedra y dejarla caer al otro lado. Y volverla a subir y que ruede de nuevo cuesta abajo. Sísifos hay tantos...

-Recógeme bien el pelo. No quiero importunar al verdugo.

Quizás Ana Bolena, tuvo así un rato, en aquel diecinueve de mayo.

Vale.

A Cristina.