Lectores.

...

Dos treses.

-¡Cierra la puta puerta!

Era una puerta normal, de madera de algo, chapada con algo. Sin adornos estrafalarios. No blindada. Una puerta más. Pero no era puta.

Maté a aquel imbécil.

Sí, tengo esos prontos. ¿Quién iba a defender si no a aquella pobre puerta?

Los demás no me comprendieron. Ninguno de los dos. Yo tenía razón, ellos lo sabían, pero no me comprendieron.

Ni siquiera era mi casa. No era mi puerta, pero me supo mal.

El repartidor había llamado y Arsenio salió a atenderlo. Hubo algún problema con la propina o con el cambio. Sí, entraba una corriente fría. Allí no había calefacción y nos estábamos congelando.

-¿Qué pasa, hay que rellenar un formulario para que nos dejen la pizza? Vamos, págale a ese pringao, y a ver si podemos acabar esta mano.

-Eh, cálmate un poco. El repartidor hace su trabajo. No tienes por qué insultarlo.

Aquel tipo había aparecido en lugar de Patricio; según Juanote, estaba con la regla. Su mujer, añadió acto seguido. Nos reímos de eso, pero a mi no me gustó el cambio. No sé, le vi algo malo al elemento.

La noche iba bien. Cerveza, aperitivos, tabaco, vodka, tequila, marihuana, coca, lsd... lo normal.

Cuando llamaron al timbre tuvimos que parar.

Fui a mear.

Ya digo que debió haber un problema con algo, el caso es que la gestión del intercambio con el repartidor se iba alargando demasiado. Era molesto, sí. Entraba frio y...

-¡Cierra la puta puerta de una puta vez!

Yo pasaba justo por detrás de él. Volvía del baño.

Le corté el cuello de un tajo.

Arsenio y Juanote se enfadaron.

-¿Y ahora qué?

-Habrá que envolverlo o algo, para sacarlo del piso.

-¡Joder tío!

-Era un imbécil.

-Sí, pero me has jodido a mí. El idiota se la había jugado a grande y yo tenía dos reyes sin corona... y un caballo. Y una sota.

(El repartidor de pizzas había salido corriendo como alma que lleva...).

Vale.

A Pichi.