Enfrente
una chica grita
y se oye
un golpe seco.
Miro hacia afuera
esperando verla
caer
por el ventanal.
No me llama
la atención
esa idea
en la cabeza.
De chiquita aprendí
que es normal
que una mujer
caiga desde lo alto.
Pero no
nadie atraviesa
las ventanas
de enfrente.
Siguen ahí
calladas pero atentas
igual
que siempre.
Algunas tienen
los ojos
cerrados pero están
despiertas.
Un motor aúlla
y les canta nanas
para que
se duerman.
Las más chiquitas
caen primero
cansadas de jugar
y mirar para afuera.
Las más grandes
sufren
de insomnio
ya están viejas.
Sólo entornan
los párpados
y se quedan
quietas.
El motor
lo sabe
pero las deja
porque ninguna mujer
saldrá lastimada
mientras queden
ventanas despiertas.
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