A veces creo que todo está perdido,
pero igual levanto la mirada,
como si en los ojos ajenos
quedara un rastro de aquello que fui.
Nos cruzamos en el camino sin buscarnos,
sabiendo, en lo más hondo,
que algún día tendríamos que encontrarnos.
El mundo es un sitio incierto,
tan lleno de heridas
que uno se pregunta si alguna vez fue justo.
Y sin embargo, seguimos avanzando,
como marionetas que ya no esperan nada,
pero que insisten en moverse
sin saber por qué.
Dicen que del dolor nacen los fuertes,
pero hay quienes solo aprenden a cargarlo,
quienes se doblan bajo su peso
hasta confundir la sombra con su propio cuerpo.
Porque no siempre queda espacio para la rebelión,
a veces la tristeza es un lastre demasiado pesado
y el olvido, un refugio demasiado cómodo.
Los deseos que alguna vez parecieron urgentes
hoy son solo ecos de un tiempo que no vuelve.
Lo que tanto quise se ha desvanecido
antes de que pudiera alcanzarlo.
El amor, en su juego cruel,
dejó en su lugar el hueco de lo imposible.
¿Cuánto tiempo más se puede esperar?
¿Cuánto más se puede cargar con lo que ya no existe?
No hay cadenas más fuertes que las que uno mismo forja.
Pero aun así, sigo aquí,
buscando entre los escombros,
como si todavía quedara algo por encontrar.

Giovanni Battista Manassero
Escribo para encontrar lo extraordinario en lo cotidiano, entre el absurdo, la nostalgia y el mate bien amargo.
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