De aplauso desapercibido
a estallo de euforia,
de mecer a un recién nacido
a sepultar una historia,
somos la salvación,
somos la calamidad,
podemos crear mundos
y luego destruirlos.
Las del trabajo honesto,
hasta romperse
las cutículas,
como los sueños
que no podemos contener
y se escapan.
Billetes pierden su valor
al contarse tantas veces
y su efimeridad misma
se intercambia
por otra cosa
igual de efímera.
Podemos acariciar lo justo
o golpear la mesa y luchar
contra las injusticias
que otras manos cubren
que hacen tanto daño
y que nos tapan el sol.
Sostenemos al corazón
nuestro
eterno corazón
que cuidamos
y lo entregamos.
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