Se arrastraba,
Emergía de las ruinas, con el peso de los años.
.
Contenía su llanto.
Las lágrimas reprimidas formaban musgo en su garganta. Y la agonía, nunca proclamada, le causaba un gran sofoco.
.
Pasó años entre los escombros, que ya parecía uno.
Derribado, abyecto.
La visión de un templo formidable
que acabó en promesas no cumplidas.
.
Iba en busca de un sol,
Deseoso de sus besos,
Que la acaricia de sus rayos reavivaran aquella piel de muerto,
Pálida de abandono.
.
Y seguía deslizándose.
La tierra bajo su torso susurraba burlas.
Los gemidos de su esfuerzo filtraban su impaciencia.
.
Las piernas de ímpetu vibraban,
Pero sin darle pasos firmes, ni la decencia de pararse.
No aguantarían el peso de su marcha.
.
Los brazos tiraban de su cuerpo cual corceles tiran del carruaje,
Sin saber si conducían un carro de guerra
O uno funerario.
.
Pero avanzaba
Pensaba culminar aquella vieja pretensión:
.
Dominar los astros,
Encantarlos con sus versos…
Pero seguía siendo un arrastrado.
.
Alma de conquistador,
Cuerpo de gusano.
.
Rogaba
que las aves la ayudaran con su canto,
Que el viento
la extienda por los aires.
Él ya conocía la letra,
pero su voz ya había muerto.
No gastada,
sino ahogada entre cadenas.
.
Y a las flores arrancaba, para quedarse con su esencia.
Ocultaba con ellas el hedor de su necrosis.
Se podría luego que su espíritu hubiese dejado el cuerpo atrás.
Apurada en cumplir sus aventuras;
pero él,
inerte en sus miserias.
.
Tanto tiempo anheló
fincar entre los cielos.
Entonces sus pies le respondían,
Su canto resonaba
Libre, grande,
Como un himno de mesías.
.
Las montañas reverenciaban sus versos,
Se hincharon, para que él subiera en ellos.
Pero él despreció su altura,
Por no ofrecerle las estrellas.
Ningún escalón era digno de sus pasos,
Ningún caudal, de su discurso.
.
Nunca despegó del suelo.
.
Esperaba, acaso,
Que el sol lo reclamara como hijo,
Le diera alas de pronto
Y ascendiera como uno más en su linaje.
.
No cantaría
hasta que los ángeles se sienten en las gradas
Tampoco caminaría
hasta ver peldaños de oro puro que desemboquen en las nubes.
.
Ya no emitía estrofas.
Sus piernas se habían desahuciado.
.
La corona de laurel en su cabeza
Se había marchitado.
Pero ignoró la falta de verdor.
Bastaba que el recuerdo le contara glorias cubiertas por el polvo.
desde las sienes brotaron
raíces en el fondo de su mente.
tenía en la cabeza más ramas que neuronas,
más nostalgia que futuro,
vanidad amén de triunfo.
.
Se Voluntad fue un árbol de raíces aferradas, pero muertas.
Alto sería el tronco al igual que sus gritos de reproches,
Pero frutos no caían.
Un escombro más entre las ruinas.
.
Olvidado por los cielos.
Repudiado por sí mismo.
.
El cielo seguía distante, indiferente a sus virtudes.
Alzaba la voz, pero solo era un sollozo.
.
Las cicatrices se abrían entre gritos,
Y las larvas,
Carroñeras de su cuerpo,
Lo atrajeron al culto de su herida.
.
Una aureola de moscas, encendía su locura.
.
Humillado, se exilió a sí mismo. No volvió después de tanto tiempo.
Se alzaban las montañas y caudales. Los que antes adoraban los retoños de su ingenio.
Volvía a ellos, roto.
Avanzaba,
No como humano,
Sino como otra larva.
Una que prometía ser algo más que humano.
Un templo derribado, engañado por sus propias vanidades.
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