¿En qué parte de este laberinto maldito me perdí?
¿Cuando fue que invente un codigo oculto que solo yo entendía?
Soy complaciente, no mentirosa.
El día que tu armadura no sea suficiente
te dolerá la caída.
Me perdí.
Y tu no hiciste por buscarme.
No te quiero de vuelta,
lo quiero a él.
Al dulce guerrero que no temía ni la noche más oscura,
el que perjuraba sobre el futuro,
el que abrazaba el fuego,
quien besaba mi cara,
que me cantaba para dormir.
Díganle que aún le espero,
sentada a lado de la puerta,
con la suficiente esperanza para iniciar de nuevo
y el suficiente perdón
para olvidar el pasado.
Porque yo que siempre fui cobarde,
pude salir del frasco
a respirarte.
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