Recojo la ropa del piso y observo mis pisadas atravesando la cocina hacia el lavarropas. En la medida de lo justo (que nunca supe medir con exactitud, para ser honesta), me doy cuenta de la profundidad de reflexión en absolutamente todos mis movimientos. Esas pisadas que parecen inconnotables, yo las miro como un avance. A partir de ahí, mi mente tiende a entrar en un bucle intentando encontrar sentido a la vida. Quizás porque la realidad es que nada tiene sentido, o simplemente porque pretendo encontrar una verdad absoluta como poción mágica de liberación, una salida a la cadena que nos ata a todos a pensar que existe una solución detrás de culpabilizarnos de más. Después de todo, somos lo único en nuestras vidas capaces de controlar, y lo que se controla no da lugar a error.
En fin, coloco el jabón y suavizante con olor a lavanda en la medida justa. Pero me detengo en ese aroma, de nuevo, reflexionando. La lavanda me remonta a los espacios donde encuentro paz, cuando todo está en orden. Orden, controlar, reflexionar mis movimientos... Siempre fui creyente de fluir, pero definitivamente, cuando se trataba de encontrar patrones, lo lograba a la perfección: desde la repetición de palabras hasta la secuencia de cuadros en la cortina del baño, "aparentemente" sin un orden particular.
A todo esto, prendo el lavarropas y decido hacerme un café. La naturalidad en la simpleza de su ejecución me conmueve. Sí, un café me conmueve. Logro entender que, tal vez, la vida sería más sencilla si todo lo que deseamos fuera fácil de ejecutar y sentir. Mientras veo girar la cuchara en la taza, pienso en cómo da vueltas la vida. Pero, inconscientemente, vivo de forma no lineal: volviendo al pasado, saltando a las posibilidades y rastreando los pasos para descifrar el futuro. ¿Y el presente? Lo he perdido.
Mientras camino con la bebida caliente en la mano, su calidez denota sensaciones de tactos reconocidos, de personas que he amado. No puedo evitar conmemorar sus nombres en mi mente cuando el café me recorre la garganta. Un poco se siente como tragarme todo lo que siento. Es una realidad que he negado. Hasta ahora. Y aunque me haya tomado lavar la ropa y un café para averiguarlo, hoy decido escribir esto porque descubrí que, ante todos mis intentos de precisar la vida, lo mejor viene cuando no lo pensamos tanto. Amíguense con la ironía de haber pensado todo de más y crear lo impensado. Es en la reflexión, la incoherencia y lo inesperado donde, en una de esas, exista la solución al control. Vivir, creo que le llaman.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión