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La vida de Gracia: Un camino de Perseverancia y Misericordia

May 19, 2025

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La vida de Gracia: Un camino de Perseverancia y Misericordia
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La vida de gracia es un don inmerecido que Dios nos otorga para vivir en comunión con Él. Sin embargo, en el camino de la vida cristiana, muchas veces caemos en el error de pensar que, al tropezar, debemos empezar de cero, como si nuestra relación con Dios quedara destruida. Esta visión nos lleva a la desesperanza y al agotamiento espiritual, pero no refleja la verdadera naturaleza del amor de Dios.

El Señor no nos abandona cuando caemos. Él no se aleja de nosotros, sino que, como un Padre misericordioso, nos tiende la mano para levantarnos. La confesión se convierte entonces en el sacramento de la reconciliación, el lugar donde su perdón se derrama sobre nuestras almas y donde volvemos a comenzar, no desde cero, sino desde el amor que nunca se ha retirado.

La vida de oración es el aliento del alma. Orar no es solo un ejercicio de palabras, sino un encuentro íntimo con Cristo. Cuando el corazón se cansa o la mente se distrae, es allí donde la perseverancia adquiere su mayor valor. La oración en la oscuridad, cuando no sentimos nada, cuando parece que el cielo está en silencio, es la que más agrada a Dios, porque es una oración de fe pura.

Así como el momento más oscuro de la noche es justo antes del amanecer, así también en nuestra vida espiritual, el tiempo de mayor prueba es preludio de las más grandes Gracias. En esos momentos, el Señor nos llama a confiar, a acudir a Él sin miedo. No se trata de una simple repetición de fórmulas, sino de un grito del corazón que dice: “Señor, sálvame”.

En el camino de la vida cristiana, no debemos obsesionarnos con cambiar todo de una vez. Dios no nos pide perfección inmediata, sino que perseveremos con humildad. Las virtudes no son adquiridas de golpe, sino forjadas en el fuego de las pruebas y alimentadas por la constancia en los pequeños actos de amor.

San Agustín decía: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Esto significa que nuestra cooperación es fundamental. Si caemos, no es el fin, sino una oportunidad para levantar la mirada y volver al Señor. Él siempre nos espera.

Pidamos a la Virgen María, Madre de Misericordia, que nos ayude a vivir siempre en Gracia, a ser humildes y perseverantes en la oración, y a buscar la santidad no como una carga, sino como un camino de libertad y gozo en el Señor.

Matias Perez Hidalgo

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