la ventana de mi vecino

En mi casa somos tres: mi mamá, mi papá y yo. Solemos comer juntos. Almorzamos, cenamos juntos. Al lado del lavamanos de la cocina siempre hay tres platos de cerámica secándose. Siempre me gustaron los platos de cerámica. Encima son blancos, con borde rojo. Cada vez que terminamos de comer y son lavados descansan en el aparato de plástico que los sostiene para secarse. Nadie los quiere secar a mano, sería una pérdida de tiempo. Si se va a perder el tiempo que al menos sea en buenas vistas, como las que ofrece la ventana de mi cocina. Desde este ángulo puedo ver a mi vecino, que vive en los departamentos de al lado. Desde su primer piso, tiene vista panorámica al patio de mi casa y por ende a esta ventana. Nunca hubo demasiada privacidad en esta casa. Yo lo veo a él, él me ve a mí. Inevitablemente sé algo de su vida porque me ofrece diferentes planos, de lo más diversos. A veces se trata del colchón de dos plazas aireándose en su paupérrimo balcón o el bebé gordo de su sobrino que se asoma y se deja acariciar por el sol. Su patio de dos por tres comparte pared con el mío. En ese ancho de quince centímetros acomoda en fila botellas llenas de agua. Algunas van desapareciendo y al tiempo aparecen nuevas. Por lo que tengo entendido se toma ese agua porque debe ser creyente de que el sol le aporta nutrientes. En este momento el plano consiste en las plantas de sus pies cruzados, apoyados en el marco de la ventana. El dedo pulgar marca un ritmo de cuatro tiempos. El otro pie solo sostiene. Debe sentir calor en sus pies, porque el sol les da de lleno. Su pared está reflectivamente blanca y sus cortinas se mueven porque hoy el viento corre, pero no tanto como para molestar. El viento cuando golpea es molesto, insoportable. Cuanto más rápido corre, más frío produce. Y yo suelo enfermarme fácil y mucho. Como si viviese enredada en un viento que no me suelta. Como si el condensado aire se moviese de manera centrifuga alrededor de mí y me acompañara en cada paso que doy. Nunca para, nunca se entibia. Me gustaría sentir calor. Creo que te extraño.