LA ĂLTIMA VEZ QUE TE VI
La Ășltima vez que te vi, la noche parecĂa hecha para los dos.
Una noche detenida, espesa, que se resistĂa a avanzar,
como si hubiera comprendido antes que nosotros
que ese instante merecĂa ser estirado
hasta donde alcanzara la paciencia del tiempo.
El trĂĄnsito detenido era una especie de conincidencia involuntaria:
luces rojas ardiendo en fila, el sonido apagado del mundo,
y tĂș, tan cerca, tan presente, tan irremediablemente Ășnica.
No sé si la ciudad lo supo o si fui yo quien quiso creerlo,
pero todo parecĂa conspirar para que no llegaras aĂșn a tu puerta.
Yo conducĂa despacio, no por prudencia, sino por miedo.
Miedo a que cada metro recorrido
fuera un paso mĂĄs hacia una despedida que no querĂa admitir.
Y mientras avanzĂĄbamos, mi culpa se movĂa mĂĄs rĂĄpido que el trĂĄfico.
Iba delante de mĂ, marcĂĄndome el camino con bofetadas silenciosas:
Esto debiste hacerlo distinto,
esto debiste decirlo antes,
esto debiste sostenerlo con mĂĄs coraje.
La culpa no hablaba; golpeaba.
Y yo me dejaba herir porque sabĂa que cada reproche era cierto.
Durante años pensé que el cariño profundo
era un territorio que ya no me pertenecĂa.
Que habĂa olvidado la lengua del afecto,
que se me habĂa atrofiado la capacidad de volver a creer.
Y sin embargo tĂș llegaste con esa sutileza
que tienen las cosas que no buscan imponerse.
No irrumpiste: abriste.
Abriste una rendija por donde entrĂł luz
de un modo tan inesperado
que tuve que mirar dos veces para asegurarme
de que no lo estaba imaginando.
A tu lado volvĂ a reconocer un latido que creĂ perdido.
VolvĂ a escucharme pensando en futuro sin temblar,
volvĂ a creer que el corazĂłn podĂa expandirse
sin destruir nada en el proceso.
Fuiste la primera persona, en mucho tiempo,
que me hizo sentir que el amor no era un territorio hostil
sino un lugar al que quizĂĄs aĂșn podĂa regresar.
Mientras te llevaba a casa, los recuerdos aparecĂan
como fragmentos de una historia que no querĂa renunciar a sĂ misma:
tus palabras siempre mĂĄs sensibles que tu propio miedo,
tu risa que iluminaba sin pedir permiso,
las conversaciones que se negaban a terminar
porque parecĂan encontrar vida en cada silencio que compartĂamos.
Todo pasaba fugaz, como chispas que se encienden
solo para probar que existieron.
Y tĂș⊠tĂș que mirabas al mundo con una fascinaciĂłn
que pocas personas saben preservar.
HabĂa algo en la forma en que observabas
a todos esos seres que viven sin someter su esencia,
que se acercan sin ser llamados
y se marchan sin dramatismos,
que eligen su propio tiempo y su propio espacio.
Esa admiraciĂłn tuya por lo indomable, por lo que no se puede retener,
me revelĂł una verdad sobre ti
mucho antes de que tĂș misma la aceptaras:
perteneces a la libertad antes que a cualquier abrazo.
Y eso, lejos de alejarme, me hizo quererte mĂĄs.
QuizĂĄ por eso creĂ en nosotros con tanta calma.
Porque no buscaba poseerte ni aferrarme a ti,
sino acompañarte mientras tu naturaleza salvaje
decidiera quedarse.
HabĂa en ti una belleza casi indĂłmita
que yo solo querĂa cuidar,
la misma que me llevĂł tantas veces
a nombrarte con cariño desde esa esencia:
tĂș, que nunca fuiste domesticable,
tĂș, que llevabas en los ojos la fuerza de las criaturas
que siguen su propio norte.
No lo decĂa para encerrarte en un nombre,
sino para recordarte la grandeza que a veces olvidas.
Aun asĂ, no entiendo quĂ© nos faltĂł.
No entiendo en qué punto se nos deshiló la posibilidad.
Sigo creyendo que hay una compatibilidad serena, precisa,
como esas cosas que se alinean sin alardes
porque es su naturaleza hacerlo.
Me cuesta aceptar que algo tan intuitivo,
tan genuino, tan nuestro,
no haya tenido espacio para florecer.
Cuando te dije cuĂĄnto te querĂa,
lo dije con una honestidad desnuda
que pocas veces me permito.
Me costĂł pronunciar cada sĂlaba,
no porque dudara,
sino porque sabĂa que despuĂ©s de decirlo
no habrĂa vuelta atrĂĄs.
Y aun asĂ lo dije.
Lo dije porque era verdad,
y porque contigo nunca quise ser nada menos que verdadero.
Al llegar a tu casa, cuando abriste la puerta del carro
con esa delicadeza que siempre tenĂas en los finales,
entendĂ algo que me desgarrĂł con una claridad punzante:
quizĂĄ no sea la Ășltima vez que te vea,
pero sĂ serĂĄ la Ășltima vez que te vea asĂ.
AsĂ de radiante junto a mĂ,
asĂ de libre sin alejarte,
asĂ de hermosa en esa versiĂłn tuya
que aparece cuando te permites ser tĂș misma,
sin reservas, sin mĂĄscaras, sin miedo.
Esa imagen quedarĂĄ tatuada en mi memoria
mucho después de que tu figura se pierda en otras noches.
Porque dentro de ti hay una chispa que aĂșn no te dejas encender.
Una fuerza que intenta salir y tĂș la contienes por costumbre,
por heridas antiguas, por dudas que no te pertenecen.
YO LA VI.
La vi cada vez que tus ojos brillaban sin que te dieras cuenta,
cada vez que tu risa rompĂa la timidez,
cada vez que tu alma âsin anunciarloâ
mostraba su poder.
Quise que la conocieras,
que la abrazaras,
que la llevaras sin miedo como a una verdad irrefutable.
Quise verte vivir la vida que mereces,
no la que te enseñaron a temer.
Y aunque ese camino ya no sea conmigo,
estaré agradecido por el fragmento de vida
que compartimos sin condiciones.
Fui testigo de una belleza que tĂș aĂșn no ves,
y ojalĂĄ algĂșn dĂa te mires con los ojos
con los que yo te miré esa noche.
La Ășltima vez que te vi
fue una despedida sin palabras.
Una llama que sostuve en la palma de la mano
aunque me abrasara.
Una verdad que guardé en silencio
porque a veces lo que mĂĄs duele
es lo Ășnico que no se dice.
Y ahora, aquĂ, en esta quietud que deja tu ausencia,
me voy a permitir que todo esto duela
lo que tenga que doler.
No sé si serå para darte tiempo,
para esperar a que algĂșn dĂa regreses,
o si serĂĄ simplemente para que,
cuando el dolor se disuelva,
no mire hacia atrĂĄs.
No quiero insistir en algo
que ni nosotros supimos cuĂĄndo se rompiĂł.
Lloraré tu nombre este fin de semana,
dejaré que el duelo me atraviese entero,
sin resistencia, sin orgullo, sin atajos.
Y cuando la Ășltima lĂĄgrima caiga,
cuando el pecho se calme y la voz vuelva a ser mĂa,
tomaré aire,
me pondré de pie
y seguiré con mi vida.
Porque de eso se trata:
de sentir hasta el final
lo que valiĂł la pena vivir,
y luego soltarlo
con la dignidad de quien amĂł de verdad.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyå este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavĂa, sĂ© el primero!
Debes iniciar sesiĂłn para comentar
Iniciar sesiĂłn