mobile isologo
buscar...

LA ÚLTIMA VEZ QUE TE VI 🐈‍⬛

Nov 15, 2025

125
LA ÚLTIMA VEZ QUE TE VI 🐈‍⬛
Empieza a escribir gratis en quaderno

LA ÚLTIMA VEZ QUE TE VI

La Ășltima vez que te vi, la noche parecĂ­a hecha para los dos.
Una noche detenida, espesa, que se resistĂ­a a avanzar,
como si hubiera comprendido antes que nosotros
que ese instante merecĂ­a ser estirado
hasta donde alcanzara la paciencia del tiempo.

El trĂĄnsito detenido era una especie de conincidencia involuntaria:
luces rojas ardiendo en fila, el sonido apagado del mundo,
y tĂș, tan cerca, tan presente, tan irremediablemente Ășnica.
No sé si la ciudad lo supo o si fui yo quien quiso creerlo,
pero todo parecĂ­a conspirar para que no llegaras aĂșn a tu puerta.

Yo conducĂ­a despacio, no por prudencia, sino por miedo.
Miedo a que cada metro recorrido
fuera un paso mĂĄs hacia una despedida que no querĂ­a admitir.
Y mientras avanzĂĄbamos, mi culpa se movĂ­a mĂĄs rĂĄpido que el trĂĄfico.
Iba delante de mĂ­, marcĂĄndome el camino con bofetadas silenciosas:
Esto debiste hacerlo distinto,
esto debiste decirlo antes,
esto debiste sostenerlo con mĂĄs coraje.
La culpa no hablaba; golpeaba.
Y yo me dejaba herir porque sabĂ­a que cada reproche era cierto.

Durante años pensé que el cariño profundo
era un territorio que ya no me pertenecĂ­a.
Que habĂ­a olvidado la lengua del afecto,
que se me habĂ­a atrofiado la capacidad de volver a creer.
Y sin embargo tĂș llegaste con esa sutileza
que tienen las cosas que no buscan imponerse.
No irrumpiste: abriste.
Abriste una rendija por donde entrĂł luz
de un modo tan inesperado
que tuve que mirar dos veces para asegurarme
de que no lo estaba imaginando.

A tu lado volvĂ­ a reconocer un latido que creĂ­ perdido.
VolvĂ­ a escucharme pensando en futuro sin temblar,
volvĂ­ a creer que el corazĂłn podĂ­a expandirse
sin destruir nada en el proceso.
Fuiste la primera persona, en mucho tiempo,
que me hizo sentir que el amor no era un territorio hostil
sino un lugar al que quizĂĄs aĂșn podĂ­a regresar.

Mientras te llevaba a casa, los recuerdos aparecĂ­an
como fragmentos de una historia que no querĂ­a renunciar a sĂ­ misma:
tus palabras siempre mĂĄs sensibles que tu propio miedo,
tu risa que iluminaba sin pedir permiso,
las conversaciones que se negaban a terminar
porque parecĂ­an encontrar vida en cada silencio que compartĂ­amos.
Todo pasaba fugaz, como chispas que se encienden
solo para probar que existieron.

Y tĂș
 tĂș que mirabas al mundo con una fascinaciĂłn
que pocas personas saben preservar.
HabĂ­a algo en la forma en que observabas
a todos esos seres que viven sin someter su esencia,
que se acercan sin ser llamados
y se marchan sin dramatismos,
que eligen su propio tiempo y su propio espacio.

Esa admiraciĂłn tuya por lo indomable, por lo que no se puede retener,
me revelĂł una verdad sobre ti
mucho antes de que tĂș misma la aceptaras:
perteneces a la libertad antes que a cualquier abrazo.
Y eso, lejos de alejarme, me hizo quererte mĂĄs.

QuizĂĄ por eso creĂ­ en nosotros con tanta calma.
Porque no buscaba poseerte ni aferrarme a ti,
sino acompañarte mientras tu naturaleza salvaje
decidiera quedarse.

HabĂ­a en ti una belleza casi indĂłmita
que yo solo querĂ­a cuidar,
la misma que me llevĂł tantas veces
a nombrarte con cariño desde esa esencia:
tĂș, que nunca fuiste domesticable,
tĂș, que llevabas en los ojos la fuerza de las criaturas
que siguen su propio norte.
No lo decĂ­a para encerrarte en un nombre,
sino para recordarte la grandeza que a veces olvidas.

Aun así, no entiendo qué nos faltó.
No entiendo en qué punto se nos deshiló la posibilidad.
Sigo creyendo que hay una compatibilidad serena, precisa,
como esas cosas que se alinean sin alardes
porque es su naturaleza hacerlo.
Me cuesta aceptar que algo tan intuitivo,
tan genuino, tan nuestro,
no haya tenido espacio para florecer.

Cuando te dije cuĂĄnto te querĂ­a,
lo dije con una honestidad desnuda
que pocas veces me permito.
Me costĂł pronunciar cada sĂ­laba,
no porque dudara,
sino porque sabía que después de decirlo
no habrĂ­a vuelta atrĂĄs.
Y aun asĂ­ lo dije.
Lo dije porque era verdad,
y porque contigo nunca quise ser nada menos que verdadero.

Al llegar a tu casa, cuando abriste la puerta del carro
con esa delicadeza que siempre tenĂ­as en los finales,
entendĂ­ algo que me desgarrĂł con una claridad punzante:
quizĂĄ no sea la Ășltima vez que te vea,
pero sĂ­ serĂĄ la Ășltima vez que te vea asĂ­.
AsĂ­ de radiante junto a mĂ­,
asĂ­ de libre sin alejarte,
asĂ­ de hermosa en esa versiĂłn tuya
que aparece cuando te permites ser tĂș misma,
sin reservas, sin mĂĄscaras, sin miedo.
Esa imagen quedarĂĄ tatuada en mi memoria
mucho después de que tu figura se pierda en otras noches.

Porque dentro de ti hay una chispa que aĂșn no te dejas encender.
Una fuerza que intenta salir y tĂș la contienes por costumbre,
por heridas antiguas, por dudas que no te pertenecen.

YO LA VI.

La vi cada vez que tus ojos brillaban sin que te dieras cuenta,
cada vez que tu risa rompĂ­a la timidez,
cada vez que tu alma —sin anunciarlo—
mostraba su poder.
Quise que la conocieras,
que la abrazaras,
que la llevaras sin miedo como a una verdad irrefutable.
Quise verte vivir la vida que mereces,
no la que te enseñaron a temer.

Y aunque ese camino ya no sea conmigo,
estaré agradecido por el fragmento de vida
que compartimos sin condiciones.
Fui testigo de una belleza que tĂș aĂșn no ves,
y ojalĂĄ algĂșn dĂ­a te mires con los ojos
con los que yo te miré esa noche.

La Ășltima vez que te vi
fue una despedida sin palabras.
Una llama que sostuve en la palma de la mano
aunque me abrasara.
Una verdad que guardé en silencio
porque a veces lo que mĂĄs duele
es lo Ășnico que no se dice.

Y ahora, aquĂ­, en esta quietud que deja tu ausencia,
me voy a permitir que todo esto duela
lo que tenga que doler.
No sé si serå para darte tiempo,
para esperar a que algĂșn dĂ­a regreses,
o si serĂĄ simplemente para que,
cuando el dolor se disuelva,
no mire hacia atrĂĄs.
No quiero insistir en algo
que ni nosotros supimos cuĂĄndo se rompiĂł.

Lloraré tu nombre este fin de semana,
dejaré que el duelo me atraviese entero,
sin resistencia, sin orgullo, sin atajos.
Y cuando la Ășltima lĂĄgrima caiga,
cuando el pecho se calme y la voz vuelva a ser mĂ­a,
tomaré aire,
me pondré de pie
y seguiré con mi vida.

Porque de eso se trata:
de sentir hasta el final
lo que valiĂł la pena vivir,
y luego soltarlo
con la dignidad de quien amĂł de verdad.

Santiago Hinojosa

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesiĂłn para comentar

Iniciar sesiĂłn