La última vez que la vi estaba descalza y frotaba los pies en el grama mojada, llevándose residuos de lodo y folios, corrompiendo el aire con volátiles hojas verdes, con el aroma a fresco, a libre, a ella y el mundo.
Se dividió el cabello en dos y lo dejó caer sobre sus hombros. La última vez que la vi su cabello era oscuro, más azabache, más negro.
Se pintó las uñas de coral. El rubor en sus mejillas y nariz le combinaban. Se quitó la bufanda bermellón y se quedó de blanco, vestida, tan pura.
La última vez que la vi sonreía. Los ojos se le cerraban al hacerlo. No sabía que yo la observaba, no sabía que yo la admiraba.
La última vez que la vi ella jugaba con el viento. Extendía los brazos, bailaba en círculos, recibía vida. Su vestido era como una flor, ella el tallo más delicado. Era hermosa.
El sol se ocultó y se tumbó en el pasto. Se manchó el vestido. Se enredó el cabello. Se limitó a ver el cielo. La última vez que la vi ella veía hacía arriba, el cielo, la noche.
Lo veía como yo la veía a ella.
Como la última vez. Sin saber que lo era.
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