Quiero escucharte gemir,
arrodillarme ante vos,
ofrecerme como tu banquete,
que mis labios encuentren tu piel
como un amante rendido a su condena,
fiel y sumiso,
mordiendo cada centímetro,
saboreando cada suspiro,
como si tu cuerpo fuera la última cena,
y mis ansias, un hambre sin fin.
Dejame arrancarte el aliento,
beberme cada sollozo,
desgarrar con mi boca tu carne viva,
mientras mis manos recorren la calidez de tu piel.
Quiero devorarte,
despacio,
como quien saborea lo prohibido,
hasta saciar esta urgencia animal que me consume por dentro.
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