La tormenta detrás mío

Extraño ir al mar. 

Allí todo se desvanecía.

Solo escuchaba el agua correr y seguir su rumbo. Me tranquilizaba demasiado.

Me conectaba conmigo misma.

Extraño estar allí, en las piedras, en el mar, con la lluvia y la tormenta mirando mi espalda. 

El viento me acariciaba el pelo, algo así como consolándome. Diciéndome que no llorara.

¿Pero quién lo iba a notar?

Que estaba inmensamente triste y con el corazón hundido. Me habían herido.

Pero la brisa y la arena hicieron su trabajo.

No hubo nada más que el agua y yo. Nada más que naturaleza rodeándome.

A veces regreso a ese recuerdo agridulce, pero ya nada puede herirme como aquella vez.

Soy implacable o eso creo yo. A veces lloro. A veces no puedo más. A veces me creo omnipotente. Que nada puede lastimarme.

Pero hay cosas que matan. 

Ya he muerto tantas veces.

No sé si soporto otra más.

No sé si el mar bastará para sanarme.

No sé si entregarme a la orilla para ser llevada o pedirle a las piedras frías qué me permitan quedarme con ellas

Y así poder apagar un poco el desenfrenado incendio dentro mío. 

Extraño la tormenta mirando mi espalda.

Al mar susurrandome entrar.

A la arena pegada a mi piel y al viento buscando aplacar todo aquello que necesita ser sacado, llevado y borrado. 

Extraño caminar en el agua, con las piedras bajo mis pies y con una tormenta esperando apaciguarse detrás mío.