la ternura se desborda.

a veces pienso que todos, de alguna manera, deberíamos tener la oportunidad de sentir lo que es el amor. no hablo solo de ese amor romántico que solemos imaginar en canciones o películas, sino del que nace en lo más cotidiano: cuando alguien te mira con ternura sin decir nada, cuando un gesto pequeño se vuelve grande porque llega justo en el momento en que más lo necesitabas. el amor es esa fuerza que no cabe en el pecho y que se nos escapa por las manos, como si fuera agua tibia tratando de buscar su camino. lo llevamos dentro, pero cuando realmente aparece no podemos contenerlo; se desborda en palabras torpes, en abrazos largos, en sonrisas que parecen inocentes pero que dicen tanto. creo que la ternura es una de sus formas más puras, la ternura no grita, no exige, no presume, simplemente habita, se instala en nuestro cuerpo como una calma que no necesita explicación. deja que nuestras manos sean más suaves, que nuestra voz baje un tono, que nuestros ojos aprendan a mirar con cuidado y es ahí, en esa ternura que se comparte, donde el amor se vuelve más real. todos deberíamos saber lo que significa tener a alguien—o algo, incluso un instante—que nos despierte esa certeza de estar vivos porque el amor, al final, es eso: una confirmación de la vida. es lo que nos empuja a seguir, lo que nos recuerda que, aunque el mundo pueda ser duro o confuso, siempre hay un lugar donde lo humano brilla. y pienso que no basta con entenderlo en teoría, que no sirve de nada definirlo con frases bonitas. el amor hay que sentirlo, dejar que nos atraviese, permitir que nos cambie. que nos haga vulnerables, que nos deje temblando, pero también más completos. si pudiera pedir algo para todos, sería eso: que alguna vez en la vida conozcan ese desborde, esa ternura que habita y transforma porque, al final, sin amor somos solo cuerpos que se mueven; con él, somos existencia plena.