Teje la araña su red con palabras vacías.
Hay variedad dentro del sedoso hilo,
algunos son finos, largos y elaborados,
otros cortos pero precisos,
justo donde son requeridos,
y, con el paso del tiempo,
se notan algunos innecesarios.
La red, por el momento amorfa,
sigue creciendo hilo a hilo,
tejido a tejido.
El tiempo pasa como una impía arpía,
la araña sigue tendiendo sus hilos,
y, como las moiras, los sigue estirando y cortando.
Se empieza a notar un patrón, formas.
Una blanca, una malintencionada, una piadosa.
La araña ya tejía por tejer,
tejía por costumbre.
Cada vez se le hacía más fácil,
brotaban de ella los hilos y formas sin esfuerzo.
Tantas redes tendió la araña,
que quedó encerrada en su propio tejido.
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