Es tremendamente difícil escaparle a la terrible y fatídica concepción de que las oportunidades se suceden solo una vez en la vida y que, en caso de no aprovechar esa única conjunción perfecta de factores que, potencialmente hablando, nos permitirían alcanzar el éxito; nuestra vida será una inevitable caída en el abismo de la frustración y el fracaso. Es posible, también, que sea simplemente la forma que tiene el destino de domesticar nuestra estupidez y decirnos que la próxima vez evitemos ser tan pelotudos.
Si estás leyendo -en mi caso, escribiendo- estas palabras, seguramente te hayas enfrentado alguna vez al profundo dolor de haber dejado pasar una o varias veces la posibilidad de abrir camino hacia la gloria de alcanzar lo deseado y que aún te atormente la sensación de que la única chance de cumplir con el anhelo que le daba sentido a tu vida se esfumó en un rapto de falta de lucidez para evaporar tus sueños en la mediocridad de la vida común. Me encantaría decirte que te quedes tranquilo, que la vida da siempre una segunda, tercera o cuarta oportunidad de concretar el evento canónico de la felicidad, pero la verdad es que solo te puedo ofrecer ,como bálsamo, la máxima de que si no bajas los brazos y seguís laburando en lo tuyo, la autocrítica te va a permitir entender que, a lo mejor, esa ventana se abre de nuevo y que, si no sucede, la terapia es una buena herramienta para reconstruirse y aprender a vivir con el peso.
Entendamos, primero, que la dureza de estas palabras implica también reconocer que alcanzar la gloria no solamente es encontrarse con la masividad y el reconocimiento universal. A veces, en tiempos de nicho, mantenerse vivo gracias a lo que nos apasiona también es un lugar hermoso al cual llegar con orgullo. Al fin y al cabo, la pasión también es fenómeno incontenible y emocional. Es el riesgo que nos permite seguir intentando.
Lo importante, entonces, es confiar siempre un poco más en la constancia que en la suerte. Ofrendarnos a la impredicibilidad del resultado sabiendo que la obra acostumbra elegir su destino independientemente de nuestras pretensiones. Allanan el sendero las convicciones claras y una comprensión intelectual de lo que expresamos para imponer el compromiso con el contenido antes que con la ambición. Es fácil vender una cáscara vacía, pero trascender es otra cosa.
Elijo hablar del arte porque ejemplifica. Expone fielmente el arquetipo de a quien pretendo que llegue este newsletter. Las personas que actúan, viven y hacen por amor y no por guita. Quienes se enfrentan al mundo con más ideología que fuerzas porque las probabilidades juegan siempre en contra. No digo que sea imposible, digo que llegar no es tan importante como haber dejado algo que nos represente y que las oportunidades se construyen más allá de nuestro control para llegar casi siempre en el momento incorrecto.
Se sigue viviendo después del fracaso y del éxito, con el punto en común de que ambas se sostienen como consecuencia de la acción y el movimiento y ninguna depende enteramente de nosotros.
Al fin y al cabo, preguntemos: ¿De qué sirve flagelar al alma cuando se ha dejado todo?. La frustración es, fue y será inevitable pero, si se canaliza, también es motor. Construir la belleza desde la bronca y el dolor también es una forma de inspiración en un mundo tan exponencialmente hostil. En este contexto, donde la homogeneidad se define como norma, dar pelea desde la particularidad resulta esencial ya que, siguiendo la premisa, lo que nos moviliza no es morir sino que sea en el Intento.
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