La sonrisa detrás de la mascara del villano

El villano de un cuento mal contado, amargado, serio, solitario, hasta infeliz, así lo describían, así lo dibujaban. Crearon una realidad alrededor de su persona basada solamente en dichos y diretes. Lo miraban de reojo, y las historias que inventaban sobre él crecían y se deformaban, multiplicándose como sombras bajo la luz de un solo rumor. Se volvió una figura de la que todos hablaban, pero a la que pocos conocían; era un retrato manchado con pinceladas ajenas, una silueta dibujada con palabras que no eran suyas.

Lo juzgaban por su postura, por su tono de voz, por su expresión seria. Decían que era incapaz de sonreír, pero pocos sabían que detrás de esa apariencia, en un pasado no muy lejano, brilló una sonrisa implacable. Las arrugas en su rostro, escondidas detrás de aquella expresión estoica, eran los rastros de un pasado feliz, un pasado donde había usado todo su rostro para sonreír, para reír con una fuerza que llenaba los rincones. Aquel brillo que alguna vez lo habitó se había ido apagando con los años, enterrado bajo capas de historias mal contadas, de miradas que no se atrevían a ver más allá de la superficie.

Lo llamaban villano, lo etiquetaban como el oscuro, como el que habitaba la soledad por elección. Pero nadie se detenía a pensar que tal vez, en algún rincón de esa supuesta maldad, latía un corazón cansado de cargar con un papel que jamás pidió. Detrás de la máscara impuesta, quizás escondía una sonrisa rota, o sueños olvidados bajo el peso de las expectativas ajenas. Su seriedad no era sino un reflejo de todo lo que el mundo había querido ver en él, mientras que en su interior, un eco de aquella risa que alguna vez fue libre resonaba, un susurro sutil que intentaba recordar la felicidad que una vez tuvo.