La responsabilidad de ser del ser

Imaginémonos en la nada. Imposibilitadxs de serlo todo, condenadxs a ser un mero algo. Alguien. ¿Quién? Cómo es la verdadera pregunta.
"En mi caso me detienen las mareas" pensarás. "En mi caos detendré las mareas" dirás.
La vida no es más que una cuestión de tiempo. Surge a cada instante una cascada de penumbras, pero se hace añicos por su propio peso.
Concebir a una otredad como un atisbo de consciencia individual no es más que determinar lo indeterminado. La ensoñación que se entrelaza con sus ideas deslumbra hasta a la menor circunstancia. Ser por ella detiene al ser. Lo encadena, lo yergue apesadumbrado, dolido, limitado: sin penas pero tampoco glorias.
En ese instante nos encontramos con la verdadera intención ya frustrada: ser sin ser. Un desenvolvimiento sin desenvolvimiento. Un contoneo por inercia, por inercia del primer contoneo.
Se erige cuando nace, cuando duele, cuando llora. Cuando comprometido en su resquicio titubeante hace caso omiso a toda deshonra infundada. Cuando niega lo que es pero simultáneamente lo afirma.
Cuando las olas rompen contra la orilla.

«Tan sólo en la nada, como la nada que nada hace ni nada es, nada lo ve, nada lo siente, nada nace.»