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    La reina del hielo

    luisi

    Sep 28, 2024

    86
    La reina del hielo
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    Durante el verano, Lisa se tomaba descansos más largos. Eso sí, nunca tomaba un descanso sin haber terminado una parte del trabajo. La vida en el verano siempre era mucho más simple y relajada; puede ser porque el calor simplificaba la cotidianidad de la gente o porque el verano era sinónimo de simpleza para algunos cuantos. En cambio, Lisa no soportaba el verano. Sin dudas, su disfrute estaba en las estaciones frías del año. Guillermo, su exmarido, decía que era como la reina del hielo, y por eso gozaba de esos meses. Ella solo lo miraba y asentía ante esos comentarios.

    Se acercaba cada vez más el espectáculo de las tardes: el atardecer. Lisa aprovechaba ese momento para tomarse el descanso más largo, solo para poder apreciar el show de la estrella mayor. Su exmarido nunca la había entendido y tampoco lo había intentado; creía que ella era una causa perdida. Pero cuando el dinero llegaba a su cuenta bancaria por sus obras, el amor y aprecio hacia ella aparecían, y dependiendo de los ceros después de la coma, era la cantidad de afecto que recibía.

    Los otros siempre hablaban de ella con lástima por lo que había vivido. Sin embargo, a Lisa no le importaba lo que había o no había hecho Guillermo. Para ella, su exmarido era como un niño que había estado cuidando durante los últimos veintitrés años, un vago de toda profesión que buscaba rasgar un poco de la ganancia de su trabajo. Un verdadero idiota, pero Lisa nunca lo decía en voz alta. Creía que su silencio decía mucho más que las palabras, para ella tan vacías que ni siquiera las usaba.

    Hoy, mientras disfrutaba del atardecer, se sentía distante de sí misma. Sentía que su alma se desprendía de su cuerpo y que el desmayo llegaría en cualquier momento, aunque ella sabía por qué. Lo sabía tan bien, y le encantaba saberlo; lo disfrutaba mucho. Y al mismo tiempo le daba miedo, un terror que alcanzaba a darle escalofríos. El sol ya estaba en su escondite y la excitación, junto con el miedo, seguía en su cuerpo. Tenía que volver a sostener el pincel y terminar su pintura: un retrato de una bella mujer joven, de unos veinte y pocos años. Era la sensación entre el sexo masculino, y Lisa lo podía confirmar. Tanto que su mente se remontaba a ese recuerdo, a ese fatídico día.

    Ella volvía luego de haber estado trabajando en un importante pedido. Su cuerpo pedía un descanso urgente, y Lisa no se lo iba a negar. Mientras caminaba con rapidez hacia su dormitorio, desde el pasillo escuchó gemidos. Lo sabía, ella sabía que eso iba a suceder; era imposible que no sucediera, era impensado negarlo. Lisa abrió la puerta de esa habitación llena de traición solo para confirmar lo innegable. Ahí estaban ellos: Guillermo y la chica del cuadro, esa jovencita que podría haber sido su hija. Pero no, ella no lo era en absoluto. Cuando notaron su llegada, decidieron detenerse y vestirse. No, ella no se vistió, pero él sí. Él se levantó y comenzó a explicarse, pero Lisa no se inmutó; solo podía verla a ella. Esa joven no le había importado ser descubierta, es más, parecía que lo estaba disfrutando. Seguro ella le encontraba una gracia increíble a esa situación. Quizás cuando todo terminara, esa joven se lo contaría a sus amigas y reirían sin parar, se reirían de Lisa, la pobre cornuda. Después de no haber escuchado lo que su marido había dicho, se dio media vuelta y se fue de la casa sin decir palabra. La gran reina del hielo.

    Ya estaba dando las últimas pinceladas, el cuadro estaba casi terminado y el día laboral llegaba a su fin. Mientras limpiaba los pinceles y el rojo de la pintura se iba por el desagüe, su mente viajó a su noche de bodas. Esa fue la primera vez que había estado con un hombre. Guillermo lo sabía también, pero eso no le importó. Su primer acercamiento al sexo fue de la mano de la violencia por parte de su reciente marido. Recuerda haber llorado en el baño cuando la habitación estaba a oscuras y él ya estaba durmiendo plácidamente. La sangre había manchado las sábanas blancas del hotel; eso lo había notado a la mañana siguiente, cuando se dirigían al aeropuerto. Su corazón se había partido en mil pedazos al ver la corrupción en la pureza blancuzca. Su madre siempre le había dicho que lo que sucede en la noche de bodas debe ser consagrado por el amor mutuo y la delicadeza; la pureza femenina tenía que ser primordial. Nada de eso había sucedido. Ella lo había intentado, había querido que fuera de aquella manera, pero no, simplemente no fue así. En ese instante sintió que el frío se apoderaba lentamente de su persona; su fría monarquía había comenzado a nacer.

    El cuadro ya estaba terminado y listo para ser entregado; eso significaba que podía tomarse unas vacaciones. Necesitaba despejarse. Se encontraba ordenando cuando recibió una llamada. Atendió, un poco extrañada, ya que muy pocas veces recibía llamados. Habló con la persona del otro lado y es ahí cuando todo tuvo sentido para Lisa. Se calmó para que no notaran su nerviosismo, algo que le fue fácil debido a su frialdad. Al colgar el tubo, pudo respirar muy profundamente. La habían citado y tenía que estar dentro de una hora en el lugar. Agarró sus cosas y se fue, dejando todo desordenado nuevamente.

    Al recorrer las calles de la ciudad junto con su auto, los recuerdos la invadieron, esos que habían provocado lágrimas y llantos incontrolables en el pasado. Uno destaca más que ninguno: el de un viaje. Antes de casarse con Guillermo, era típico que hicieran esas escapadas de fin de semana. No recordaba a dónde se dirigían, pero sí el suceso que generó que no hablara por el resto del viaje. Su exmarido siempre tuvo un carácter un poco violento; hasta había llegado a pegarle cuando algunas situaciones lo sobrepasaban, pero eso comenzó a suceder luego de casarse. Cuando solo eran novios, él se desquitaba gritándole, y eso es lo que había pasado. Parecía ser que su equipo favorito de fútbol había perdido el campeonato; Lisa no tenía idea. Durante su lectura del diario que había comprado en la estación de servicio, destacó la derrota del club. Eso a Guillermo no le gustó. Le comenzó a gritar barbaridades, la amenazó con chocar por hacerle recordar tal suceso. Ella no lo podía creer. Era de las primeras veces que su novio la trataba de esa forma tan violenta, tan dura. Después de unos minutos, él se había calmado, pero en cambio Lisa se había quedado muda. No sabía dónde meterse del miedo, un frío le había recorrido por toda la espalda.

    Había llegado al lugar donde fue citada. Fue recibida por una mujer con un peinado un poco tirante que hasta parecía doloroso. Ella había pensado que iba a sentir miedo al llegar al sitio, pero no, no sintió nada en absoluto. La mujer del peinado la guió por un pasillo con falta de iluminación hasta un cuarto donde se ubicaban una mesa y dos sillas. Le dijo que se sentara. Lisa lo obedeció. Esperó unos pocos minutos, cuando un hombre —seguro el que la citó— entró en la habitación. Era de estatura mediana, tenía un cuerpo para nada físico y llevaba el cabello engominado. Se sentó frente a ella y comenzó a hablar.

    —Sra. Gutiérrez, la hemos llamado por el homicidio de su exmarido y su amante. ¿Tiene alguna idea de lo que estoy hablando?

    Lisa mantuvo su semblante serio ante aquella pregunta. Ni siquiera pestañeó. Su reinado de hielo estaba a punto de ser acusado por doble asesinato, y ella debía impedir que se demostrara la verdad.

    luisi

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