Ingredientes y utensilios.
Fresas
Cuchillo
Azúcar
Y alguien que la quiera probar.
Preparación.
Siempre vas a tener que seleccionar esa fresa jugosa, que a la vista se ve tan apetecible, que estás seguro qué, cuando hagas una heridita, le va a brotar jugo. Porque la vas a tener que machacar, y el líquido se te va a chorrear por las manos, qué a lo mejor: te va a salpicar en el acto de rebanar. Te podés comer un pedacito, y disfrutar de ese saborcito. Pero sabés que te vas a manchar, es inevitable. La vas a tener que aplastar, triturar, romper, partir. Con los dedos tinturados, y con restos de pedacitos que parecen ser gelatina. El cuchillo se te volverá rojo por el filo de los cortes dados. Lo relames, porque no vas a desperdiciar ni un poquitín de ese néctar que tu lengua recolectó.
Esa fresa jugosa, partida. Esa fresa cortada, hasta reducirla en pedacitos.
Esa fresa que te salpicó en la cara, y te dejó la boca manchada.
Nota de autor: a mí siempre me ha gustado la mermelada de fresa, porque me sabe a infancia. Se me derrite en la boca con suavidad, y me deja hasta la lengua colorada. Yo creo que es porque siempre lamo hasta la última gotita, después de picar. Me gusta embarrarla en el pan, comermela, masticar. Siempre me ha evocado ese recuerdo de sentir placer por comer. Solo, qué nunca he sabido como aplastar, triturar, romper, partir, esas deliciosas fresas sin qué, el líquido me empape el alma.
Continuando. Vas a tener que cortar pedacitos de otra fresa.
Vas a juntar todo y lo vas a hervir con azúcar.
Capaz tengas que quemar un poquito.
Luego, la vas a servir en un frasco. Está gelatinosa y tibia, porque ha pasado un tiempo desde que brotó de la fresa. La probás directo, pero también se te antojaría dibujar corazones en el pan para que se vea mejor. Esa mermelada de fresa será tu favorita. Tiene el mismo brillo que deja el deseo cuando se derrama. Densa, tibia, obediente a cada trazo de los dedos, como si supiera que nació para ser tocada. No sé si la amaste o si simplemente quieras probarla.
Nota de autor dos: Finalmente, hundí los dedos. Probé de allí mismo. Solo después, cuando el sabor se vuelve metálico y la dulzura se pudre, recuerdo que no es mermelada. Es sangre espesa y coagulada que siempre se resbala por el cuchillo y termina en mi boca. Era tan dulce que me dolieron los dientes, y aún así seguí lamiendo hasta sentir el gusto a hierro.
Le había cortado la piel con violencia, y en un frasco dejé caer su sangre. Cuando pasó un rato, se había espesado. Eran coágulos. Los aplasté con mis manos, y me explotaron en la cara. Me dio risa, me los lamí. Luego, en la piel le dibujé corazones, nada más porque me pareció bonita.
Disfruta tu mermelada de fresa recién hecha.
Escoge siempre una fresa jugosa.
Y el cuchillo más afilado.
Por allí, algún pan.
Y ten cuidado.
Podría saber a metal.
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