en los labios de la ley soy ajena,
pero en los de mis superiores
soy su condena.
nada es suficiente.
mis músculos abrazan el alba
y mis huesos llevan
de un lado a otro
un alma
con mucho para dar.
intento reincorporarme,
mejorarme,
no dañarme,
pero de las manos de quiénes me acariciaron
ahora mi muerte anunciaron.
los peluches de la infancia
ya no son cómodos,
no tienen vida
ni sonrisa divertida
cómo yo solía pensar.
intento demasiado
no recaer en el pasado,
amar al prójimo
como me han enseñado,
más me llaman rara
las mismas personas
que me criaron.
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