Las primeras notas de la mañana resuenan en mi mente mientras preparo mi café. Ese olor... Ese olor matutino descoloca mis sentidos y despierta en mí la necesidad de encontrarte. Tal es su efecto que recuerdo aquella mañana que desperté entre tus brazos; el pelo desordenado, la piel ardiente, la sonrisa inocente, el alma llena de caricias, yo misma hecha de besos, completamente amada. La casa está impregnada de ese olor, de tu perfume, de nuestros besos.
En un momento lúcido, me doy cuenta de que he cerrado los ojos por el recuerdo. Vuelvo rápidamente a mi cocina, como si mi alma hubiera estado en otro universo por tan sólo unos segundos. Y, pensándolo, es increíble cómo los humanos siempre tienden a recordar el momento exacto en el que ascendieron a otra dimensión, ¿no? Como si desde entonces ya nada estuviera a esa altura, como si ya nada tuviera sentido si no vives conectada a esa alma.
Tomo una cuchara de los cajones olvidados y muevo mi café. La espuma se deshace y me produce nostalgia, pero no dejo que se apodere de mí. Tomo con cuidado la taza y cruzo de puntillas el pasillo hasta llegar al comedor. La casa está vacía, no estás aquí, pero me gusta creer que descansas en mi cama; nuestra cama, supongo.
El salón me recibe con la calidez que trae la primavera y, para ser sincera, incluso eso me recuerda a ti. Me gusta pensar que eres la primavera en mi vida; mi seguridad, mi calidez, mi luz, mi alegría. Es por esta razón que, de vez en cuando, me gusta recibir flores de tu parte o pasear juntos de la mano entre los parques de la ciudad.
Distraídamente recorro con mis dedos las vetas de la mesa. Me pregunto qué haces justo ahora, aunque en realidad sé que estás durmiendo porque aún no me has dado los buenos días. Me pregunto cómo se sentiría tenerte aquí, en esta mesa, frente a mí; con tu sonrisa perfecta, tu mirada sabedora y tu voz coqueta. Me pregunto cómo se sentiría tenerte a mi lado toda una vida, y cada vez suena más perfecto.
Es curioso, ¿no?
Que formes parte de mi vida aún cuando no tengo tu presencia, que piense en ti cada minuto de mi existencia, que le robe dignidad a mi alma sólo por amarte cómo creo que eres merecedor.
Es curioso
que un humano enamorado
piense menos en sí mismo
que en su amor.

—Blanca B.
Escribo para soltar lo que no sé decir en voz alta. No soy perfecta, pero cada poema es una parte real de mí. Gracias por leerme. Quédate. Comenta.
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