El pan se ha partido sobre la mesa.
Esta acalambrada madera vieja
al rancio cáliz con vino corteja
por haberle hecho al bronce esta promesa:
que cada día el pan, que es hijo del
sol y la tierra, desde las alturas
descenderá a las moradas oscuras
del hombre, y ahogado en vino dél
hará, de la limitada ración,
alimento que de un solo bocado,
dará a la boca el verbo iluminado,
que se encarcelará en el corazón.
Tras oír, la copa acepta excitada.
Pues ya cansada de ser solo grial,
quiere en su interior llevar un caudal
donde fluya la palabra preñada.
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