La profundidad de la tristeza.

He visitado los lugares más oscuros, lo he visto todo en la más profunda soledad donde no había un abrazo al que volver sino otro llanto esperando del otro lado de la puerta y ahí estaba yo, viendolo todo perplejo de que sólo haya más dolor, más soledad, más angustia.

Me di cuenta, a la fuerza, de que la depresión se sale con exposición, mostrandose vulnerable ante las personas que más fuertes queremos vernos, con quienes nos mostramos invencibles porque la sorpresa es que no lo somos, somos simples humanos atravesando la oscuridad.

Y el frío me hace desear el abrazo de un ser que amo, de alguien que no está, que se fue, que quizá nunca existió. Pero ahí estoy yo, suplicando por un abrazo entre llanto y congoja. Esperando que por fin me ames. Que por fin tu abrazo sea el que me envuelva y cuide de esta espantosa oscuridad.

Pero caigo en mis propias trampas.

Quiero decir que la solución no es ser vulnerables con cualquiera se nos cruce en el camino, puede salir terriblemente mal, hay que ser cuidadoso con quien uno elige desnudar su alma sobre todo cuando la tristeza está invadiendo tu pecho y tu vida. Recorre todo tu pecho con un frío que te congela el corazón, lo hace romperse, lo vuelve frágil... ya no soy tan fuerte como lo era, no soy invencible, no soy un super-humano, soy Yo. Volviendo del infierno, mi propio infierno donde todo se tiñe de negro y de azul.

Te volvería a pedir un abrazo pero ¿qué sentido tiene? Nada tiene sentido cuando la tristeza es la dueña de tu vida. Cuando la tristeza se apodoro de todo lo único que importa es la soledad, que está ahí como la protagonista de tu vida aunque no estés solo, aunque la habitación esté repleta de conocidos.

Hay que encontrar con quien desnudarse el alma, a quien mostrarle nuestros temores y poder enfrentar a la vergüenza sin tapujos.