Han pasado 8836 días sin encontrar eso que tanto anhelo. La profecía no cambió para nada. Sigo arrodillado, rezando por dejar de escuchar voces diciendo que "ya va a llegar". La soledad puede ser tu amigo más íntimo la mayor parte del día. Sin embargo, algunas noches sale la luna llena y se transforma en un mutante hambriento y peligroso listo para deborar tu esperanza. Nadie escucha tus gritos, no podés correr a ningún camino abierto. Sólo queda arrinconarse en la esquina y quedarse mirando fijo esos ojos bestiales e imponentes. Su respiración gravita de forma pesada hacia tu cuello. Sus dientes están listos para dirigirse en tu dirección. ¿Quién puede acudir a tus gritos? Nadie contesta y la soledad ya no está en sus cabales. La figura mamífera oscura sigue sentada con ojos abiertos a menos de un metro. Puedo ver a lo lejos, entre las ventanas de cada edificación, gente danzando, otros cocinando, algunos tirados en su sillón apoyando su cabeza en su pareja. Me gustaría mostrarles que también tengo a alguien a mi lado, aunque desde lejos se debe ver como un monstruo de tres metros con ojos escarltas cegadores. Quizás mi piel esté ardiendo con su energía radioactiva, pero al menos está conmigo. De repente mis ojos se cierran, con el corazón latiendo a velocidades que sólo alcanza un atleta. No sabés si el vacío oscuro se debe a una simple noche de sueño más, o tu bienvenida al paraíso.
El ofalto empieza a activarse y se siente un aroma terroso con la canela saludando en todas las direcciones. Volviste a respirar en la Tierra. Un día más con la soledad a tu lado. Un día más con una compañía hogareña llena de ilusiones y esperanzas. La soledad se acerca con su mano delicada a tenderte una taza de café preparada en prensa francesa. Ojalá que hoy no llegue la noche, porque prefiero mirar su sonrisa antes de que se transforme en la sangrienta profecía.
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