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Estoy harta de sentir la necesidad de ser vista,
de ser percibida,
de ser querida.

¿Por qué no puedo dejar de sentir tanto por un momento?
De sentir necesidad.

Quisiera firmemente poder liberarme de estas barreras,
de yo misma sacarme la venda.

Me siento saturada de depender de otros,
de que sus acciones delimiten y determinen mis emociones.

Me siento perdida, como en un barco en la mitad del océano que se maneja solo,
y no puedo ver ningún horizonte.

Pero sé que a algún lado quiero llegar,
tengo la corazonada de que en algún lado habrá tierra firme,
un lugar al que llamaré hogar y me recibirán con los brazos abiertos.

Después de tantos años, de tanto cansancio físico y agotamiento mental,
solo quiero ser (sentirme) libre.

Quiero liberarme y volar.

Dejar de ser presa de mis miedos,
de mis traumas,
de las sombras que aún acechan,
de aquellos personajes oscuros que se convirtieron en aparentes villanos.

Solo quiero ser libre de mi propia mente.

¿Aún hay esperanza para una chica como yo?

Creo que nunca dejaré de ser un mártir.

Solo quiero abandonar mi propio razonamiento por un rato,
o tal vez un siglo.

La simple posibilidad de silenciar aquellas voces me estremece la piel (de felicidad).

Mi alma solo pide paz,
reclama tranquilidad, serenidad,
pero sobre todo, amor.

¿Qué tan difícil puede ser amar a una chica como yo?
¿Qué tan difícil sería desviarme por ese camino, mi señor?

De rodillas y con mis manos entrecruzadas,
todas las noches te pido que me ilumines.

"Por favor, lo anhelo tanto."

Mostrame por dónde seguir.

¿Dónde está ese continente que tanto quiero conocer,
que ya hasta puedo sentir su presencia sobre mí?

Se manifiesta en mis ideas,
en mi corazón,
en las fragancias,
en la suavidad de mis sábanas que acarician mis lágrimas por la noche.

Noches en vela y llanto,
en donde solo te pido (casi a los gritos):
tené piedad sobre mí,
tené piedad sobre esta mujer adolorida,
entumecida de tanto sufrimiento, de tanto tormento.

Que solo quiere ser vista, y esta vez de verdad.

Al final, siempre volvemos al mismo lugar,
a la misma discusión espiritual.

¿Por qué te negás tanto?
¿Por qué la vida pareciera tener algo personal conmigo?

¿O será que mi cuento todavía se está escribiendo y no hay final?

Que no hay príncipes azules que me salven,
ni caballeros desesperados por encontrarme y volcar toda su devoción sobre mí,
luego de una larga espera.

No hay seres extraños a los que me encuentro en el bosque y deciden encaminarse hacia el amor conmigo.

Simplemente no soy un personaje principal,
esto no es ficción, es la vida real.

Dolió decirlo.

Pero esta no es una romcom de los años 80, de esas que me gusta ver una y otra vez en mis tantas noches de soledad un viernes.

Solo soy yo y la cruda realidad golpeándome como una ola de mar,
con su agua fría y salada,
demasiado helada como mi alma en este momento.

Y es en ese instante,
en el impacto,
que descubro que no sé qué duele más.

La ironía de dudar si ese golpe fuerte y firme es igual o menos doloroso que aquellas veces que él me golpeaba.

Mi señor, no sabés cuánto duele esto, hasta los últimos recuerdos.

Llévame allá lejos,
estoy dispuesta a atravesar todo el mar continental,
a ir hasta las últimas consecuencias, solo por amor.

Solo por un poco de amor,
un poco de luz,
un poco de esperanza.

A veces sueño con viajar tan lejos que salgo de este plano,
y me voy,
hasta desaparecer con la infinitud, con la oscuridad, con las estrellas.

¿Me lo vas a permitir esta vez? ¿O seguirás arrebatándomelo hasta el fin de los tiempos?

Solo para mi Dios: con amor, yo.

Mar ₊✩‧₊˚౨ৎ˚

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