En 2020 una maestra les pide a los alumnos que indiquen quienes estuvieron presentes. Lo hace de una manera que en 1930 apenas podía imaginarse a partir de la aparición del teléfono y la radio: lo hace a través de un medio electrónico. La maestra les pide a sus alumnos que escriban “presente” en el chat del Zoom para contabilizar al final de la clase quiénes se presentaron. ¿Lo logró? ¿Realmente esos chicos estuvieron presentes en la charla?
Hay muchas formas de verlo. Por ejemplo, de forma más tradicional y analógica, ¿qué significa que alguien esté “ido”? Por ejemplo en una tediosa clase universitaria de dos horas, donde quizás por pudor o falta de decisión permanecemos dos horas pese a que el flujo de palabras del docente hace al menos 40 minutos que como una semilla sobre el metal no produce ni producirá ningún brote. Cuando en una mesa familiar estamos entremetidos en nuestra introspección y no escuchamos aquello de lo que se habla. Cuando en una misa no tenemos idea de lo que el “padre” está diciendo. ¿Estuvimos presentes?
Quizás pueda parecerle extravagante (sobre todo mi modo de expresarlo), la pregunta por la presencia es una pregunta ontológica, es una pregunta por el ser. ¿Y qué es el ser? Ese es el QUID de la cuestión.
Veamos presencia y ausencia, como todos sabemos son términos contradictorios.
En su origen latino el primero deriva de “prae-sentia”, lo que está delante del ser y “ab-sentia”, lo que está apartado del ser. Así la presencia o la ausencia tiene que ver con el ser. ¿Y qué es el ser? Heidegger dirá que para Occidente el Ser se ha confundido con el Ente, las cosas. La presencia es lo que está ante los ojos (Vorhandensein) por seguir la traducción ya clásica de José Gaos, pero más bien significa lo que está delante de la mano]. Este ante los ojos es el ser según la física. Y si nos remontamos a Galileo, Descartes, etc, lo existente es lo que ocupa un espacio. La materia, la res extensa, el mundo atómico. Todo eso ocupa un espacio. Pero… no tiene nada que ver con el sentido…
El sentido no ocupa lugar (Descartes lo incluiría en la RES COGITANS). De ahí a que un poema no sea una forma de la presencia.
Sin embargo, alguna vez Borges escribió:
“Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura / menos que la liviana melodía / que sólo es tiempo”
El hombre es la suma del polvo y el tiempo, y el arte sólo es tiempo. ¿Qué forma de presencia es la melodía? En esta ontología borgeana, una melodía no es la suma de bits en una página web, por ejemplo YT, sino la forma inmortal, la idea. Si yo tarareo una melodía, ella toda “existe” en otro espacio. Está en mi alma.
Vamos un poco más lejos. La pregunta por la muerte siempre nos inquietará. ¿Cuándo morimos cesa nuestra presencia en el mundo? Nos hemos “ido” sí en el sentido material, pero seguimos produciendo sentido. Jesús, Lao Tse, Platón dos mil años después siguen produciendo sentido. ¿Siguen presentes? ¿Su ser está delante de nosotros? ¿O al haberse podrido la carne ellos ya no SON?
Se dirá que son en la modalidad de la memoria. Aristóteles decía que al recordar un objeto, como una piedra, ésta en potencia pasa al acto en nuestra alma; y lo que actualizamos es su FORMA.
¿El arte es forma? ¿Espíritu? ¿Alma?
¿Qué forma de presencia tienen las palabras dichas y recordadas por alguien que ya no está?

Bonchi Martínez
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