Tal vez
te acercaste
como un gato
persiguiendo una hoja
movilizada por el viento,
una hebra de lana,
una silueta
y quedé atrapada
entre tus suaves yemas,
en la delicadeza de tu movimiento,
debajo de tus ojos,
acurrucada
en el calor de tu cuerpo.
Te cruzas
con naturalidad
en medio de una sonrisa,
aún no me acostumbro
a la ausencia de ajetreo,
a una fuerza mayor
que consume mi pecho
y por eso,
reaparece tu nombre
en un lugar
donde solo queda
espacio y neblina.
Seguiría alimentando
tu orgullo.
Si continuas sacudiendo
mis prejuicios,
esperando que contestes
el teléfono
con tal de verte de nuevo,
de aquí a seis meses,
dos semanas,
en febrero.
No soy buena
para relacionarme
con la realidad,
no sé qué buscan los demás,
solo sé que se extingue
la curiosidad
cuando se acaba el juego.
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