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La partícula errante

Jun 14, 2025

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La partícula errante
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La mañana es un desgarro tenue, sí, como la luz que se filtra por la persiana, un polvo danzante en el aire pesado. Y no, ya no es el rocío perlado en las hojas anchas del bananero, sino la humedad persistente de lo que ya no existe, la promesa rota de una piel que una vez fue refugio. Ella, que era el centro de mi propia órbita minúscula, ahora es el vacío, la ecuación sin resolver de una ecuación que no importa. ¿Depende? Siempre depende. ¿De qué? Del último aliento que no se dio, del gesto que se contuvo, de la palabra que se disolvió antes de ser pronunciada.

Habito ahora el intersticio. Ese espacio entre el "tú" que fue y el "yo" que se fragmenta. Un eco de lo que pudo ser, una vibración apenas perceptible en el aire que respiro, pero que no me nutre. Mis manos, que antes se buscaban sin pensar, ahora se cierran sobre la nada, comprendiendo la geometría de la ausencia. La ausencia es un tacto, una caricia invertida, el molde de lo que se ha ido, palpable y sin embargo inasible. ¿Y el amor? El amor es un animal herido que se arrastra, suplicando el olvido, pero aferrándose al dolor como a su última pertenencia. Una monstruosidad suave, ¿no crees?

El alarido de mi alma, no de mi voz, es un rumor subterráneo, una risa ahogada que nadie escucha. Porque el silencio es el verdadero lenguaje de este desamor. No hay reproches explícitos, solo la conciencia lacerante de que todo, absolutamente todo, era contingente. Un soplo. Una minúscula partícula de azar que decidió torcer el destino, desviar el río de dos vidas que corrían, o creían correr, paralelas. Y ahora, el río se ha secado.

Me miro al espejo y veo un extraño. Mis ojos no son los mismos, no. Son pozos secos donde alguna vez habitó la luz del reconocimiento. Y ella, ¿quién es ella ahora? Una espectra difusa en la periferia de mi conciencia, una silueta que se confunde con la bruma de los recuerdos incompletos. No hay odio. ¿Cómo odiar lo que se ha evaporado, lo que se ha vuelto nada? Solo esta profunda, esta insoportable indiferencia que es la culminación de toda pasión. La verdad es que depende de un soplo, de un roce, de una mirada que se perdió en el tránsito. Y yo, que hasta hace un segundo era un universo completo, una constelación de esperanzas, ahora soy apenas una partícula errante, buscando un lugar en el vasto e indiferente cosmos de mi propia desolación.

Giovanni Battista Manassero

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