La oferta.

El precio de lo intangible.

Una tarde, de esas en las que el calor publicita el infierno, un empleado del diablo, en plena siesta, vino a verme.

Me ofrecía un trabajo de miserable, muy bien remunerado.

Yo ya no me dejo contratar por nadie, le dije.

Pero el Diablo no es cualquier jefe, respondió airado.

-Todo jefe, de un modo u otro, a mi parecer, es un demonio.

-Quizás sea ese talante de tu alma lo que haya motivado esta propuesta.

-¿Mi alma? No la conozco.

-Él sí.

-Si la quiere, que se la quede.

-¿Gratis?

-No me interesa nada de lo que el diablo pueda ofrecerme.

-No sabes lo que es vivir sin alma.

-Si la he tenido siempre, ya sé lo que es vivir con ella, y me parece una mierda.

-He de consultar. No sé qué hacer contigo.

-Dejarme la siesta en paz, no estaría mal.

Desapareció y me dormí de nuevo. En la calle el sol quemaba el suelo.

No he vuelto a saber de ese negocio.

Quizás ya no tengo alma, pero no he notado diferencia alguna.

Y ahora que caigo...

No sé si ponerla en una de esas plataformas de venta de segunda mano.

'Regalo alma casi sin usar con la compra de acordeón BARCAROLE de 48 bajos:

500 euros más gastos de envío'.