Solo tú puedes convertir la asfixia de estas sábanas en caricias de seda,
y hacer que la nueva piel rosa florezca —religiosamente— en cada plenilunio.
Y esta piel nueva, rosa y frágil, halla su abrigo en la tuya,
buscando calor para el invierno y el banquete tras el ayuno—
así pues, haces danzar las yemas de los dedos sobre mi espalda,
siguiendo el contorno de mis hombros como el mapa del tesoro—
admirando mi arquitectura de bronce, nos fundimos en la aleación;
y cualquier orfebre notaría el calor bajo tu armadura muscular,
y por unos segundos, las lunas y los planetas, astros y cometas, dejan todos de girar,
nuestros cuerpos desnudos; fundidos en un eclipse bajo la lámpara solar.
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ahora es el único momento en que el olor a sudor es fragancia, en que lo sucio se vuelve limpio;
tu respiración acompasada, entrecortada, como tambores de guerra
saboreamos mutuamente ese gusto agrio, nos tatuamos la piel por turnos con dientes de sierra,
sincronizamos los latidos, ahora ambos estamos entre la espada y la pared.
tu pelo danza en nidos, y las uñas trazan ríos y afluentes de sangre en tu espalda,
las lenguas son fluidas en idiomas prohibidos que jamás hablaríamos en público.
y nos empujamos con fuerza equina, haciendo funambulismo entre la cama y el suelo,
y una vez explotamos en el clímax y cesa el envite, nos lamemos las heridas.
se palpa por primera vez el silencio, la inercia furiosa ha quedado dormida,
y, como cómplices, reímos, bebemos, y me despreocupo de las heridas, porque...
...solo tú puedes convertir la asfixia de estas sábanas en caricias de seda,
y hacer que la nueva piel rosa florezca —religiosamente— en cada plenilunio.
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