¿En qué momento la vida se volvió un enfrentamiento eterno?
¿En qué momento las noches, los sueños se volvieron en campamentos para soldados refugiados y los días en zonas de guerra?
¿En qué momento se volvió un campo minado y tenga que cuidar mis pasos o la bomba impactará mi cuerpo, dejándome cada vez más fragmentada de lo que ya me encontraba?
No lo sabes, la mente suele obnubilarse cuando se vive en una situación que hace daño.
Vives como un piloto en medio de un combate aéreo, solo pilotas. No piensas, solo actúas, por qué sino perderás la vida.
Los días se vuelven en pesadilla que añoras que culminará en cada cerrar de ojos, con la certeza que pertenecía en el rincón de los sueños que nacen del temor y la fantasía, o la ansiedad en sus primeros pasos en nuestra mente.
Pero era real.
El uniforme se volvió en armadura, los zapatos de vestir en botas, los caramelos en tranquilizantes, la caminata en una odisea que quisiera evitar y el sitio, en el campo de batalla de una partida de ajedrez. Entras y el pasillo hacia el salón era una trinchera entre palos, alambres y chinches, las sillas en bienes robados, las mesas en calibradores y los útiles en herramientas para defenderte, o que pueden lastimarte, dependiendo en qué manos caigan.
Ellos llegan y las voces se hacen más ensordecedoras.
Algunos días solo observan, otros utilizan sus herramientas para dejar en claro que uno está sobreviviendo y que el tiempo de vida se está agotando.
Ellos lo saben y juegan con el tiempo, desde sentarte en una silla eléctrica, a romper tu corazón como si se tratara de una hoja de papel. A veces utilizan el fuego, las armas y el cuerpo para quebrantar lo que resta de uno para dejarte con un pensamiento latente.
Que eventualmente, lo logran.
Logran que desees la muerte, capaz es la manera más sencilla de terminar esta manera inhumana de vivir, si se le puede decir vida a un espíritu que haya se encontraba muerto hace tiempo.
Tal vez así aprenderán, viviendo con la conciencia manchada de sangre, y la voz del fantasma del soldado que torturaron hasta que la muerte vino por ella y le dijo: “Ahora vivirán un tormento eterno, por este infierno efímero que pasaste”.
Así que lo piensas, pasando por el temor, la rabia, la asimilando, la tristeza y la aceptación de la idea de que la venganza que no se pueda ver, será la que te brindará un poco de paz, desde la eternidad.
En la conciencia manchada de los demás.
Pero entonces, cuando estás a punto de empezar, algo cambia todo.
Todo lo que le habrás rogado a Dios, llega.
En forma de luz, rayo o persona, brindando aquello que te fue arrebatado.
Te desconcierta, no confías pero elijes creer que aún queda humanidad en la cual la vida vale la pena por ser vivida.
Y que el infierno tiene una salida.
La noche empieza a creer que el día no es solamente un campo de batalla, que también hay cosas que solo pueden ser vistas a la luz del sol.
Se elige a la esperanza.
Se elige a la posibilidad de poder sentir la calma de que todo eventualmente se acomodará y aunque la noche haya sido larga, el día pueda traer paz, a un alma en busca de finalizar la tormenta.
Ahí es cuando el campo de batalla empieza a renacer en un prado, finalizando el baño de sangre, dejando el paso rumbo anla primavera.
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