La niña que fui:
En esta foto,
late la niña que una vez fui:
ojos llenos de asombro,
manos pequeñas, ansiosas de regalos
y un corazón sin dudas.
Todo era tan sencillo entonces.
El árbol brillaba con promesas,
el pastel de vainilla de mi abuela
era la certeza que había un amor sin condiciones,
y las galletas de la caja metálica de my tía
eran un tesoro robado con risas.
Mi ama me cuidaba,
me arropaba en su amor,
como si fuera yo el centro de su mundo.
Hoy me duele pensarlo.
¿Dónde quedó esa mirada suya?
¿Dónde se rompió la cuerda
que nos unía tan fuerte?
El tiempo me cambió.
Ya no soy la niña inocente
que creía que el amor nunca dolía.
Hoy, la navidad es un eco vacío,
la familia una lista de ausencias:
unos bajo tierra,
otros lejos como estrellas apagadas,
y tú, ama, tan cerca y tan perdida.
Quiero volver,
a esos días en que el mundo
era solo el calor de tu abrazo,
la dulzura de una pasta
cocinada con ternura,
y la certeza de que todo estaba bien.
Pero ya no sé cómo regresar.
El cambio me ha arrancado de esa niña
que soñaba con juguetes bajo el árbol,
que no conocía el peso de la soledad
ni la tristeza de un adiós.
Hoy, solo queda la nostalgia.
Un hueco donde solía estar la inocencia.
Me pregunto si algún día,
tendré una familia donde el amor no se quiebre,
donde no haya distancias ni silencios,
donde pueda cuidar a una niña
como tú me cuidaste a mí,
ama, cuando aún éramos todos.
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