en la penumbra oculta de esta casa,
donde el tiempo se desliza como una sombra sigilosa,
y los días son hojas muertas cayendo en un pozo sin fondo,
se halla la niña extraviada, clavando su mirada en el techo,
dibujando en su mente un invierno perpetuo,
árboles desnudos, despojados de su verde vital.
es el crepúsculo del verano, el adiós a la infancia
que se disuelve en el aire.
llora con ojos encendidos,
llora por la maldad incrustada en las paredes,
por el dolor que ha manchado este lugar,
por haber hecho que la niña ya no quiera ser niña.
sus sueños se tornan ceniza
en el fuego implacable de la realidad.
llora, llora y llora, pequeña,
tu alma se ha vuelto frágil como cristal fino,
llora hasta que la tierra se parta bajo tus pies.
verás cómo nadie vendrá a salvarte,
cómo los que juraron amarte
se transformarán en monstruos que imaginabas,
y devorarán la luz,
haciendo de tus miedos su morada eterna.
bienvenida a este mundo,
a la vida sin máscara,
donde los sueños se quiebran como espejos rotos,
donde la inocencia es un vestido desgarrado.
despójate de él,
ya nada será igual;
has cruzado el umbral de lo irrecuperable,
y en el canto de tus sollozos se alza una elegía
a la niña que fuiste,
a la mujer que nunca debiste ser.
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