En la guerra, la táctica de "fuego y movimiento" es un principio fundamental: unos cubren con fuego (suprimiendo la amenaza) mientras otros avanzan. Luego, se alternan los roles hasta alcanzar el objetivo. Pero más que una simple estrategia militar, este concepto encierra una profunda sabiduría aplicable a la vida: la dialéctica entre preparación y acción, entre reflexión y movimiento, entre resistencia y avance.
En un contexto en donde la respuesta mayoritaria es una inmovilidad suicida mientras todo avanza sin cesar es necesario reinvindicar ese principio de movilización intelectual y vital. Porque la experiencia humana no se baña dos veces en el mismo río. La verdad incómoda: Cierto "fuego teórico" que promueve la autoayuda a menudo no es cobertura, sino performance: un ritual para posponer el verdadero movimiento. Nos hace creer que estamos actuando cuando en realidad solo estamos reproduciendo las condiciones de nuestra inmovilidad. Por eso se requiere una preparación reflexiva (escaparle a la idea de que todo sea una repetición de una muletilla o eslogan con poco contenido) que al mismo tiempo no se olvidé de la necesidad de acción, de la necesidad de superar la contradicción material. Explorar con paciencia ardiente para encontrar nuevas verdades o al menos mentiras funcionales para nuestra supervivencia y felicidad. Tal vez volvamos más convencidos de lo que ya pensamos pero al menos arriesgarse en esa expedición. Y siempre va a ser necesaria cierta cuota de fe, como el soldado que "sabe" que las balas matan, pero actúa como si su coraje las detuviera.
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