Te veo cada noche, sentada en mi sombra,
tan callada y serena, tan fiel como asombro.
No me tocas, no hablas, pero estás en mi pecho,
como un eco que abraza lo que no aprovecho.
No eres un monstruo, no llevas cadenas,
te pareces al descanso tras días de pena.
Y cuando el mundo me grita, me muerde, me empuja,
tú me miras de lejos… y mi alma se ajusta.
Hay días que te odio por tentarme hasta el final,
otros, me pareces lo único real.
Eres un susurro cuando todo me duele,
un "ya basta" suave, cuando el alma se hiere.
No vienes con prisa, no tocas la piel,
pero vives conmigo… sin dejarte ver.
Y aunque sigo aquí, resistiendo la herida,
te escribo en silencio: “mi extraña querida”.
No busco el adiós, pero a veces lo entiendo,
cuando me cuesta respirar y me estoy rompiendo.
Ansiedad en el pecho, nudos en la voz,
y tú, en la penumbra, pareces mi Dios.
Pero no vengas aún, aunque duela el latido,
que hay versos sin nombre que no he definido.
Solo quédate cerca, sin llevarme contigo,
como el miedo que abraza… o el amigo prohibido.

Emily Grey
Bienvenido a mi lugar seguro donde comparto los tormentos de mi mente o como me gusta llamarlos; poemas
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