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    La muerte de un romance en una esquina de Capital.

    Jul 1, 2024

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    La muerte de un romance en una esquina de Capital.
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    Pierdo la cabeza cuando veo infraestructuras de rojizos ladrillos a la vista, y sin embargo, paso en frente de La Colorada todos los miércoles. Y la aprecio, tanto como apreciaba verte. Tan poético, tan legendario, tan trágico. Piso las hojas marchitas de color terracota que replican el craquelado de mi corazón que yace en cada vereda de Buenos Aires, e indica la muerte de todos nuestros futuros potenciales. Y nuestras canciones favoritas son la marcha fúnebre que musicaliza los recuerdos que pasan entre mis dedos como la arena del reloj que se estalló de tanto esperar. Todavía me pregunto sobre la veracidad de tu sentir, y si te dolió aunque sea en lo más mínimo dejarnos morir. ¿Es que aún me ves en donde nadie me ve?. Y aunque me etiqueten como fiel creyente de los sucesos milagrosos, disiento en el posible sentimiento de que algo mío siga en algún rincón establecido en tu mente. Simplemente no entiendo por qué yo no sería alguien que extrañarías, pero es cierto que ya no somos ese dúo idílico. Estamos tan villanizados que nuestra presencia se pierde a lo largo de las calles explotadas de gente en la ciudad de la furia como dos fugitivos que transformaron la neblina llena de destellos mágicos en humo gris antracita venenoso. Tus ojos de acuarela color verde claro se reflejan en cada charco de lluvia, y tus detalles aparecen insólitamente como aquellas coincidencias que te llevan a creer o reventar. Me generan ese sabor agridulce; por un lado, dulce por las reminiscencias de la calidez del sol entrando a través de los vitraux rosados cristalinos de mi alma que proyectaban un caleidoscopio hecho de romance inédito, y amargo por el simple hecho de que nuestros errores que no han sido demolidos del todo son esos mismos que nos distancian con rejas negras altas de hierro. Y La Colorada me ve evocar una algarabía de sentimientos encontrados que explotan en ríos que se hielan con el cortante viento de este frío Julio. Y nunca vas a saber lo que es llevar un corazón roto que acarrea promesas incumplidas, planes perfectamente diagramados, ideales cintillos dorados y alguna que otra ilusión compartida con la familia elegida. Y me muevo por el mundo esperando que el invierno congele las heridas que dejó tu daga cortando nuestro hilo invisible. Solo puedo testificar que en una esquina de Capital la nostalgia me invade como un atraco a mano armada que se lleva todas mis pertenencias y me deja sin nada, escribiéndote una carta, en frente de La Colorada.

    Pampa Gallagher

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