La mulata apretaba su vestido blanco con fuerza mientras chillaba de la irritación, el agua le escurría y caía al piso de piedra. Sus zapatos habían quedado estropeados de tanto correr, ya hasta agujeros tenían.
—Dentro de todo nos fue bien. Dijo el Morenito. La Mulata no pudo impedir cambiar su gesto de irritada a molesta.
—Es fácil para ti decirlo, estás secó y yo empapada. Dijo enojada mirando al elfo desde arriba.
—¿Y...?
—¡Que no me gusta estar mojada! Hay, ojalá pudiera volver a la casa de los amos pero yo no sé nadar —pronuncio mientras miraba al lago de agua adentro de la cueva que se habia formado, el lugar apenas se iluminaba gracias a unos huecos de dónde salía luz por arriba de la cabaerna— ¡Hay! Solo agradezco que Vicente no está acá. Termina para después escurrirse el pelo.
—¿Quien es el tal Vicente? El Morenito pregunto curioso, saltando al hombro de la niña. La cual solo volteo la mirada.
—Ha... Un negro amigo, hijo del panadero. Hablaba un tanto nerviosa sobre el.
—Ha... Ya veo. Dijo comprendiendo la situación, se bajó de arriba de la chica y comenzó a caminar para adelante.
—Negrito, ya no quiero ir. Devuélveme para arriba. Pidió la joven.
El Negrito se quedó quieto por unos momentos antes de volver para donde la niña.
—Ho, vamos será divertido sigamos. Dijo con optimismo.
—No quiero, es muy incómodo. Se quejó.
—Te consiguió ropa nueva que conozco a mucha gente. Aparte una persona no es como el agua, no te puedo devolver para tu hogar hasta que salgamos. Informo.
La Mulata reaccionó sorprendída. Se sentía mal, no quería hacer nada solo quería volver y fingir estar enferma para que sus amos le dejarán descansar por ese día, estaba apunto de hacer un berrinche como todo niña. Pero se controló, y resignada siguió.
—Esta bien, peró tan pronto estemos afuera me devuelves a mi casa. Insistió. Negrito asintió y fué para donde la niña, le dió la mano y ambos fueron más adentro de la cueva.
Pesados unos minutos, escucharon el sonido de martillo chocando contra el metal. Y de chispas bolando que hacían una luz que se veía a lo lejos.
—Quedare aqui un momento Mulata. Yo iré a revisar que es y vuelvo. Dijo el Negrito antes de salir corriendo para esa zona.
La Chica espero unos 5 minutos, era atemorizante el lugar. Sentía como la oscuridad le atrapaba y los muros se cerraban frente a ella.
—Mulata, ven rápido los órganos quieren hablar contigo. Dijo acercandose a la niña. Los ojos de esta se abrieron tanto como les era posible.
—¿Pero como que ogros?.
—no te preocupes, los ogros de cueva son buenos. De los que debes preocuparte son los del bosque. Dijo mientras empujaba a la niña.
Llegaron hasta donde prevenia el sonido. Eran un grupo de almenos 50 ogros trabajando en una espada gigante, herreros fuertes y capaces con piel verdosa y escamosa. Dientes chuecos que hacían imposible que no pudieran evitar babear. Y un cuerpo inmenso de almenos 20 metros.
Lo que tania sentido ya que le cueva se hacia abismalmente enorme desde allí en adelante. Aparte de que todo está a iluminado por antorchas.
El ogro más grandes, con armadura y cara de pocos amigos se acerco al Negrito y a la Mulata.
Está última se oculto detrás detras del elfo sonriente. Este se acerco al gran mounstro.
—Esta es la chica de la que te hable, ella es la Mulata. Dijo mostrándole.
El ogro se arrodilló para estar más cerca.
—Un gusto niñita. Su voz era una mezcla de salvagismo y moustrosidad.
—A... Hola. Nerviosa.
—Yo soy Gumbau, el rey de los ogros de esta cueva. En tono solemne.
—Yo... Yo soy la Mulata un gusto. Dijo levantandose levemente el vestido para hacer una reverencia.
—Como el Negrito es mi amigo los guíate a las afueras del laberinto, es muy confuso. Pero primero vamos a conseguirte un nuevo vestido que ese está muy mojada, te vas a enfermar.
—¿Laberinto? Pregunto ignorando la oferta del vestido la Multa.
—si —hablo el Negrito— hay un pequeño laberinto más allá de esta zona. No es muy grande pero su es confuso, podríamos estar años allí hasta encontrar la salida así que es mejor tener una guía. Concluyó avanzando de la mano de ogro.
—Sueltame. Ordeno Gumbau.
—Nop. Respondío el ser de 3 ojos en gesto divertido.
La chica se quedó observando unos instantes al vecino.
—¿El en serio es su rey? —Pregunto a uno de los ogros que estaba trabajando, este solo asintio en gesto positivo antes de seguir con su labor— Ya me quiero volver a mi casa. Se quejo antes de avanzar.
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