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1) La Montaña del Terror

.f.

Jun 8, 2024

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1) La Montaña del Terror
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El verdadero texto primero (con un par de mods). Lo escribí en Agosto y acabo de encontrarlo, perdido en decenas de Samsung Notes. Estaba juntando fuerzas para mostrártelo, pero vos tenías los fusiles preparados. Pensaba que quizás así podrías entenderme. Realmente te estaba pensando desde un lugar tan ingenuo que me sorprende. Me avergüenza decir que todavía me moría de ganas de perdonarte.

Seguro te encuentre en la vida cruzada, intercambie alguna palabra, recordando que necesitas a alguien para deshacer y no tenés límites para lo que podés hacer, y lo olvidaré rápidamente. Me avergüenza tener este corazón iluso que combina sueños de retoños en casas cruzadas y chocolatadas a la hora de los dibujos. Mi mente no, pero mi corazón sigue viviendo en la tierra de la ingenuidad. Quizás el proceso ordenador del desorden que causaste ayude a quitarlo de tal sitio.

La Montaña del Terror

No sabía que quería subirme a una montaña rusa hasta que me encontré en una y experimenté la sensación. Ese instante de adrenalina que se va construyendo en un ascenso tan lento que no está subiendo. Una cabeza que va percibiendo cada momento hasta que se encuentra en alturas inconvenientes. Tal vez una montaña rusa sea divertida sí y solo sí conoces la situación. La disposición a lo inesperado cuando estás en el carril de la confianza, y del común acuerdo de construcción, incluso de la forma de bajar de ese lugar, te puede jugar una muy mala pasada y la caída puede doler y mucho.

Era un día de otoño. Laila y Lorena se encontraron de casualidad en una esquina. Lorena estaba un poco enojada con Laila. Esta pareja de amigas tenía algunos problemas respecto al control de la dinámica relacional. Lorena tenía la actitud de siempre querer tener todo bajo control desde la aparente espontaneidad y Laila era una asidua de las agendas y los post-it de color pastel como forma de vida. A veces sin más resultado que su propia pretensión de tener todo bajo control. La energía se escapaba por todos lados. Era como tratar (y aún lo es) de agarrar el agua con las manos. Las dos tenían, como todo el mundo, graves problemas de ansiedad. Una peleaba por una agenda y contratos en común, tratando de entregar así una dosis de control en el marco de la conciencia compartida. La otra iba a la fría guerra de la inconcreción y subir el precio de información, que Lorena siempre demandaba, por la absoluta necesidad de la igualdad, para crear marcos encontrados de espontaneidad. Y en ese bamboleo, improntado por el dominio de Laila y la disposición a buscar la forma para llegar al común acuerdo de Lorena, se desarrollaba su relación.

—¿Qué hay, amiga? —la abrazó por unos segundos eternos en esas palabras añoradas y no dichas. Eternos en los vaivenes que vivía pero no entendía. Esa reducción de palabras por el dominio de la traición jugando con algo tan frágil y vital como la disposición. Tan sincero que perduraba en el tiempo y seguía gastando todo su amor. Sonriendo, segura, volvió a hablar.

—Pusieron un parque, ¿vamos?

Lorena, que venía caminando ensimismada pensando en todo lo que tenía que hacer, se sintió entre contrariada por la interrupción, pero feliz porque también era una oportunidad para resolver, en algún momento, las cosas con su amiga. De llegar por fin a la igualdad deseada, a la igualdad prometida cada vez que la miraba con sus ojos negros y le decía amiga. Después de sopesar eso unos segundos con el ceño fruncido, aceptó a regañadientes, pero reconociendo que era una idea muy bonita. Lo pensaba de verdad, aunque en el fondo de su corazón curioso y contento, sabía que se había rendido ante la sola pregunta que implicaba la posibilidad de compartir algo bonito y nuevo. A Laila le gustaba la calesita, además, torpedeada por los vaivenes de la emoción. Le divertía tener a Lorena en las garras de su propia desesperación. Sembraba dos o tres semillas estratégicas para crear confusión y el resto brotaba con la fuerza de la disposición.

—Aunque lo podíamos decidir de otra manera —se dijo para sí misma.

Caminaron juntas hasta construir el más hermoso de los momentos y opacar el mundo con una grácil sintonía. Esa que luego sería gota por gota destruida. Acción por reacción de maltrato y faltas hasta caer en el olvido de la destrucción. Y la peor parte se la llevaría la disposición.

.f.

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