Nunca pude
sostener la mirada demasiado tiempo.
Nunca supe bien por qué.
Crecí esquivando el filo de las miradas
como quien esquiva cuchillos.
Porque mirar de frente
es dejar que te vean,
y dejar que te vean
es un riesgo.
Nunca pude
sostener la mirada demasiado tiempo.
Eso sería permitir que alguien note
las grietas,
el borde astillado,
el hueco donde alguna vez
hubo algo que no sé nombrar.
Algo que se quebró hace tanto
que ya ni siquiera recuerdo el sonido.
Mirar de frente es ceder el terreno,
abrir la puerta,
dejar que alguien entre.
Ceder vulnerabilidad.
Y tal vez nunca lo supe.
Nunca supe cómo se miran los otros,
nunca supe cómo se miran a sí mismos,
ni cómo se queda algo intacto,
ni cómo se vuelve a juntar lo que se rompió.
Nunca aprendí.
Y ahora solo me queda el hueco,
la distancia,
la certeza de que nunca seré completa.
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Cielo Hochberg
No sé por qué siempre que escribo termino hablando de ausencias, de muerte y de amor. Será que quizás son las únicas formas de vida que conozco.
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