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La metamorfosis de los cinco sentidos

camilxgb

Aug 14, 2024

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La metamorfosis de los cinco sentidos
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El amor tiene la capacidad de penetrar el sentido (crítico, estético y fisiológico). Él metamorfoseó mi vista, ya no es mía. Mi mirada reposada en las vitrinas, en los bazares de Once, en las ferias de antigüedades, lo busca con ímpetu. Mi retina se cuestiona en qué bowl le gustaría poner los fideos caseros de domingo, qué cuchilla tendría el mejor balance para que garabatee con extraña rapidez (que ante mi perplejidad parece tan sencillo) los cortes de una cebolla. Mi ojos se encandilan cuestionándose si el pin de cinco mil cuatrocientos setenta y ocho pesos es lo suficientemente lindo para que lo añada a su delantal.

Mi olfato es una perdición: busca aromas que nunca conoció pero asegura (con la inocencia del enamorado) que él sabría distinguir las especias que se usaron para adornar una salsa. Sabe cuántos granos de sal, cuántas cucharadas de pimienta y cuantas hojitas de laurel compusieron esa fragancia a tuco recién sacado de la hornalla. Es más, juraría que conoce el típico ingrediente secreto de abuela que protege su recetario como tesoro de niño de cuatro años a su cochecito a pilas doble A, con sólo oler por cuarenta y tres segundos una comida. Y allí va mi nariz, buscando encontrar el perfume perfecto para regalarle.

Mi tacto no se queda atrás. Jamás me hice drama con las telas. Aunque me pinchen soy capaz de usar una prenda que me parezca medianamente linda. Pero allí voy, buscando perdidamente un poncho confeccionado a mano, con los hilos de oro y la textura de la lana más suave del norte argentino, para que su piel no se raspe y el calor no se fugue de su cuerpo.

Últimamente mi oído la tiene difícil. Reprodujo sin ton ni son, por una media diaria de dos horas treinta y siete minutos, el tema que me dedicó. Sé los compases: me agacho cuando está por sonar el estribillo para hacerme bolita en la cama e imaginar que (momento cursi mediante) me abraza.

Finalmente, el gusto. Descubrí que no es lo mismo que el olfato, si bien se complementan. Porque yo reconozco el perfume de su cuello a, aproximadamente, un kilómetro a la redonda. Pero cuando mi boca le deposita un beso tímido, cambian las notas de su fragancia. Todas las terminales nerviosas de mi lengua y cada una de mis papilas gustativas se han mimetizado con las suyas. Creo que podría probar siete tipos de pastas diferentes, teniendo intolerancia al gluten, sólo para elegir la que más se adecuaría a su paladar.

Así metamorfosearon mis cinco sentidos por amor. Ahora voy caminando con el corazón en la mano, buscando dedicarle el tiempo de sobra que tengo (aún cuando estoy llegando tarde). Esperándolo que revuelva una salsa, esperándolo mientras reparte las cartas, esperándolo con la certeza de que en algún momento me va a mirar a los ojos y va a decir (con la vulnerabilidad del cariño más hermoso): “te quiero mucho”.

camilxgb

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