La ciudad se arrodilla ante mi
mientras Astor vibra en mis oídos
como una estrella al titilar
sufro el sindrome del impostor
robo frases
les dibujo sombras
y las pongo en estos poemas.
Veo los autos
las luces me ciegan
y La Plata cae ante mí
la veo en el piso
chiquita
desarmada
imperfecta
la avenida 72 se abre
se choca con la 31
mientras manejo
buscandote
en el rellano de una historia
que se sabe impune
complice
incluso
inevitable.
Me encuentro
en la ultima copa de vino del día
me despierto
pensandote
entonces la oficina
pero primero la calle
de nuevo la 72
ahora gigante.
Te veo
entre los cristales,
encuentro
tus ojos
tras ellos
mejor dicho
en ellos
están recluidos
todos los lagos,
rios
y mares del mundo
es feo verte llorar
porque en alguna parte
un lago bajó su nivel
o
la marea de una playa
se retiró sin aviso.
La rutina que agobia
el mundo
me lleva puesto
de frente
a 100 por hora
como el Scania del Diego
un pibe me pide una moneda
Dios me espera
a la vuelta de la esquina
me doy cuenta que creo
abandono a Nietzche
en mi biblioteca
pero vuelvo a él
en búsqueda de respuestas
tu voz me llama
una
y otra
y otra
y otra
vez,
es como un eco
que repite tu luz
en el crépusculo
del Parque Castelli
mi visión constante
en esta poesía
inherente a mí
queriendote regalar
algo que tenga sentido.
Entonces la oscuridad
un poema de Benedetti
ella me daba la mano
y yo prendía un velador.
El pasado
se vuelve liviano.
El presente
una pausa.
Y la ciudad,
otra vez,
chiquita,
replegada ante mí,
iluminada
por la luna
que maneja
mis mareas.
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