la llave en la maceta

¡Pero que aburrida es la poesía! Agarré el hábito que tenías de nunca leerme y lo hice mío, ahora escribo sin saber lo qué estoy queriendo decir pero de alguna forma le encuentro sentido al final. Si bien, el final, como aquella vez que decidimos dejarlo todo, o bueno, aquella vez que yo decidí dejarlo todo, porque estabas tratando de sostener algo sin forma, casi intangible, me perdiste muchísimo antes de darte cuenta que ya no estaba y ahora me encargué de cerrar la puerta.

Dejo una llave de repuesto bajo la maceta de la entrada, por si algún día decides volver y rebuscar entre el porche de esta vieja casa, aunque seguramente nunca lo harás, no es que me trate de victimizar, últimamente pienso que soy de extrañar uno o dos días, de ahí las personas pasan de largo, no soy memorable y tampoco tengo chiste, aunque siempre me esfuerzo en dejar una marca de hollín cerca de la lumbre que habita en el corazón, con ganas de incendiarlo todo.

Extraño las flores que nunca me regalaste y le cuento a la luna lo bien que la he pasado sin ti, aunque probablemente eso sea mentira, pues apenas respiro y me cuesta dejar de fumar, pero estoy vivo, la última vez que me rompieron el corazón intenté suicidarme, no resultó, la vida me dio chance de conocerte para luego dejarte, y aunque tuve miedo de hacerlo, pues creí que moriría por segunda vez, la verdad es que siento que renazco, estoy en ese proceso donde uno ya muerto camina sobre el limbo recapitulando toda su vida tratando de encontrarse, últimamente tampoco sé quién soy, estoy varado en este limbo tan extraño, en mi cabeza tiene la forma de una estación de tren y siempre estoy a la espera de un vagón que sea para mí, a veces pienso en tirarme a las vías y ver qué pasa pero nunca pasa nada, ningún vagón, ninguna estación, solo estoy yo hablando solo, yo creo que eso tiene más valor.