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La llave de mi risa

Aug 23, 2025

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La llave de mi risa
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Hace dos semanas perdí la llave de la caja donde guardo mi risa. Creí haberla dejado en el bolsillo del pantalón que metí en la lavadora, pero cuando fui a buscarla y hurgué entre la tela, solo encontré varios pedazos de papeles —endurecidos por todas las lágrimas que me sequé con ellos— y un encendedor roto que tampoco me sirvió para quemarlos.

Aquella noche, mientras la frustración me carcomía, me envolví en pensamientos obsesivos y no pude parar de buscar. Saqué todos los cajones del único mueble que tengo y tiré todo en el medio de la sala: boletas de luz impagas, bolsas del supermercado, tabaco seco, llaves de cerraduras que ya no abren ninguna puerta, labiales del mismo tono vino, libros que guardé con la intención de regalarlos para armar una biblioteca circular, cartas que escribí para muchas personas pero nunca entregué. Encontré varias porquerías y otros tesoros, menos esa llave.

Cuando vi el desorden que había provocado, me largué a llorar. Solo quería una llave. Mi llave. Quería recuperar mi risa.

Empecé a guardarla en una caja cuando me di cuenta de que cada vez aparecía menos y no quería malgastarla. Un día me dijiste que te gustaba mucho escucharme reír y que, por esa risa, vivirías toda tu vida. Pero viviste una vida muy corta y yo me quedé con demasiadas risas para darte. Así que, al principio, me reí mucho. Reía porque estaba enojada, porque creí que toda tu vida también sería toda mi vida.

¿No volviste porque te diste cuenta de que mis risas escondían demasiado dolor? Por las dudas, un día dejé de reírme con frecuencia y empecé a guardarla. Pensaba que, tal vez, en algún momento podría sorprenderte con una risa limpia, una risa que no estuviera maquillada para tapar la depresión. Una risa verdadera.

Ayer M. vino a visitarme. Me vio nerviosa, con los dedos lastimados, inquieta y disociada.

—¿Por qué te preocupa tanto esa llave? ¿Qué guardás en esa caja? —me preguntó, con un tono de hartazgo. Sabía que esta obsesión ya me estaba generando un malestar físico.

—Guardo velas. Cuando quiero que D. aparezca en mis sueños, prendo alguna de las que guardo ahí —le respondí, esperando que no siguiera indagando.

En realidad, no mentí. En esa caja antes guardaba mis velas, pero desde que empecé a pensar que mi risa podía convertirse en la vela que te hiciera volver, decidí que era el lugar perfecto para guardarla. Para tenerla lista por si algún día quería invocarte. Aunque no siempre funcionaba. Y cuando funcionaba, casi nunca estabas contento de verme.

Ya pasaron dos semanas desde que no encuentro la llave. En todo este tiempo no me he reído. Observo cómo lo hacen las demás personas, como si estudiara un idioma que olvidé. Tal vez así pueda provocar alguna risa natural o fingida. Porque ya no me preocupa que no aparezcas. Me preocupa no recordar cómo era. O, peor aún, no volver a recuperarla nunca.

francina

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