La estampita.
¿Y si nos denunciamos todos?
De eso va mucho del trasiego denunciador de posturas, emponzoñador del ambiente, conseguidor de audiencias, buscador de votos, maldiciente del enemigo.
Denuncia que siempre algo queda.
Esos abogados que se dicen cristianos y esos otros que berrean para hacerse oír, son profesionales del juzgadismo inusitado.
Pero no se cae en la cuenta de que es un juego muy estúpido y más peligroso, y al que puede jugar cualquiera.
Yo puedo denunciar una procesión en la que una imagen, por desnuda, por violenta, por sangrante, me resulte ofensiva. Yo y cualquiera. Así, la Iglesia podría verse comprometida en su más típico alarde.
¿No creen que todos tenemos el mismo derecho a sentirnos ofendidos?
La misa del día uno de enero desde el Vaticano, ofrecida por la tele pública, me ofende por ostentosa y por tanto irrespetuosa con el crucial y básico mensaje de Cristo. Y porque este es un país laico según la Constitución y no debería favorecerse desde el Estado a ninguna religión.
¿Jugamos?
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