siempre fui enemiga de la incertidumbre
y la incertidumbre siempre fue mi enemiga
porque siempre me llenó de desgracias
(o así yo las entendí)
o quizás estaba muy ciega como para poder ver
que el mundo no es toda una salmodía
o un crimen punzante con una condena
a una perpetua agonía
o un desván de inquietudes que navegan en sintonía
o un tren con destino al abismo
en donde no hay vuelta
y con él el relato es diferente
él me ama y yo lo amo
y en él me veo a mí
y en mí lo veo a él
y lo cuido al compás de nuestras canciones
y él me cuida al compás de nuestras memorias
y veo como un fragmento de mí
encaja en el rompecabezas de él
-y un infinito viceversa-
la relatividad espacial entra en funcionamiento
porque las noches con él se vuelven más eternas
y él es lo eterno
y lo etéreo
y hasta lo intemporal
y cuando supe que me amó me largué a llorar
porque mi cabeza no conjugaba por completo la idea
de cómo alguien me podía amar
y amar tanto se vuelve hasta religioso
y te vuelve desesperadamente devoto
a lo que fue
lo que es
y a lo que será
y su luz permanece en todas las lineas temporales
de nuestra dulce historia
(y te desbordas tanto de amor
que terminás deseando robarle un pedacito de luz al sol
para estar más tiempo con él)
y con él
el concepto de incertidumbre tiene otro significado
y no sé a dónde el futuro me puede llevar
ni sé en dónde voy a estar
ni las huellas que voy a marcar
o a dónde la luna me puede guiar
solo espero que sea con él
espero que sea en su regazo
porque su regazo es como un pequeño hogar
en donde sus pensamientos me miman
me sanan
y me guian hasta su corazón
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